De pronto la capacidad de amar fue disminuyendo y el alma se dedicó a otros quehaceres. Subrepticiamente otros intereses fueron posesionándose de las fibras del corazón y el amor se fue quedando atrás.
¿Adónde se fueron los sueños y las ilusiones que impulsaban el alba hacia el centro del cielo? Nunca lo podré saber, sólo sé que el llanto derramado inundó cien cloacas y las mujeres que apaciguaron la tormenta quizás hasta ya se murieron.
Pobre de mí, que me creí gaviota y no llegué ni a zopilote, que me pensé el centro del universo y cuál no sería mi sorpresa cuando me hallé enmedio de un mierdero.
Me cansé sí, no lo niego, me quedé dormido bajo la lluvia pertinaz cuando esperaba a la amada que un día apareció con otro para decirme adiós de forma convincente.
Y ahora cuando ya pongo la muerte en perspectiva me río y digo: ¿Valió la pena el sacrificio?¿En verdad disfruté el llanto cerca del parque cuando te decía adiós? ¿O sólo habrá sido el cinismo presente para conseguir un vulgar objetivo sexual?
Quién sabe qué nos traerá el mañana pero la coincidencia eterna es que un buen día ya no veré el sol.
No hay más nada qué decir...
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