"Los arrimados, los mendigos, los mariguaneros
los guanacos hijos de la gran puta..."
Roque Dalton
La ansiedad me abrumaba, hacía casi dos meses había dejado El Salvador en lo que fue el día más amargo de mi existencia, no había dormido en toda la noche dada la extraordinaria circunstancia que me esperaba. Una mezcla de alegría, alivio, tristeza, curiosidad, impotencia, resignación y angustia, por mencionar unas cuantas emociones, bullían en mi mente; aunque dominaba la curiosidad, debo confesar, ya que estaba a horas de conocer Estados Unidos, un deseo que me había seguido por décadas.
A eso de las cinco de la mañana ya estaba arriba y por no despertar a Toño y a Aracely, que generosamente me habían dado posada y comida por dos meses en su apartamento del Seminario Bautista, les dejé una nota en su sala, agradeciéndoles cada fineza que me dispensaron.
Con mis maletas jalando y una mochila al hombro, me salí a la esquina de la Avenida Revolución y calle Copilco en San Angel en el D.F., a esperar un taxi que me llevara al aeropuerto de la ciudad de México.
Nunca olvidaré ese vuelo de Mexicana de Aviación con escalas en Guadalajara, Loreto y Tijuana hasta llegar al último destino que era Los Angeles. Comí a rabiar, parte porque me encanta comer, parte el nerviosismo. En el aeropuerto de Tijuana nos hicieron bajar a todos los pasajeros por un procedimiento de rutina de la aerolínea, pero yo pasé el último susto.
Cuando íbamos de regreso al avión, un oficial de migración, al revisar mis documentos me dijo que no podía abordar porque yo había sido un ilegal en México, ya que mi permiso de turista había expirado hacía dos días.
-Pero para qué iba a ir a Extranjería a renovar mi permiso si en dos días saldría de México, oficial?
-No importa que solo hubiera sido media hora, tenías que haber renovado tu permiso. Hazte a un lado para dejar pasar al resto de pasajeros y ya veré qué hacer contigo -Me espetó el muy hijueputa.
Vaya mierda, ya valí verga, pensé. Yo sabía que no había un asidero para detenerme porque tenía toda mi documentación en regla y el haber etado dos días con permiso expirado no constituía una falta grave, pero al mismo tiempo sabía que estos majes por cualquier cosa te joden para que les des mordida.
Pasó el último pasajero y el agüite lo destilaba a borbotones, ya estaba listo para que el tipo me pidiera mordida que se la hubiera dado al chilazo, pero no...asaber qué cara de chucho ahuevado me vio el baboso que con aire de poderoso me dijo:
-Ve a abordar, y córrele que te dejan, eh!
Sintiendo que la vida me devolvía, con tono de agradecido le dije "muchísimas gracias jefe", y antes de que se arrepintiera, salí verguiado para el avión que estaba estacionado en la pista de aterrizaje.
Para pasar el agüite me eché el último sandwich con Coca Cola en el avión.
Luego de un relativamente corto vuelo a media altura, aterricé en el aeropuerto de Inglewood en "The City of Angels" en donde me esperaban tres buenísimas personas a quienes recién había conocido en México en las semanas previas.
Era 15 de diciembre. Curiosamente fue en diciembre que llegué al mundo en El Salvador, en diciembre llegué a Estados Unidos y este diciembre me hice ciudadano.
Era día jueves, hoy hace 25 años.