Una mañana de principios del 2003, me llamó por teléfono mi amigo Tom Wilson, director de la Agencia Comunitaria de Canal, aquí en San Rafael, California, y me descerrajó la siguiente pregunta:Oye Jesús (Aquí me llaman por mi primer nombre), ¿Aceptarías recibir un reconocimiento junto con Santana e Isabel Allende?
Pensando en buen salvadoreño, me dije a mí mismo: “estijueputa quizás está en puntueverga”, y para no faltarle al respeto, sin decir palabra colgué el teléfono.
A los segundos, el mismo Tom, ahora riéndose me dice: “No hombre no es mentira, la Agencia les quiere reconocer a Uds. tres por ser hispanos que han dado sus aportes a la cultura en San Rafael”, (la paja no me la trago pero la saboreo), a lo que en un estado casi letárgico le pregunté que cuándo y dónde y luego de sus respuestas le repliqué, “Déjame llamarte de regreso en unos minutos”, al colgar el teléfono le grito a mi mujer:
Mi mujer y yo flanqueamos al súper genio Carlos Santana
-¡Alhijueputttta, me están poniendo al nivel de Santana e Isabel Allendeeeee, viejaaaa! Ella, con mucha diplomacia me replica:
-Yo pensaba que ya no le ponías a la punto rojo Fredy.
- No amor, no es paja, el Tom Wilson me acaba de llamar diciéndome que nos van a dar un reconocimiento en Tiburón en Mayo. Puta, qué verga, no me lo puedo creerrrrr!” Al ratito llamé a Tom y le dije la célebre respuesta salvadoreña: “Por maje no…!
Tom, que es un gringo que conoce el carácter hispano como la palma de su mano se puso a reir y me dijo, vente el Jueves y platicamos.
Tanto Carlos Santana, el universalmente famoso guitarrista que revolucionó la música rock en los finales de los 60, como Isabel Allende, la mundialmente conocida escritora nivel Premio Nobel y yo, a quien ya a la siguiente cuadra nadie conoce, vivimos en San Rafael, una chulada de ciudad ubicada al norte de la Bahía de San Francisco. Solo que yo vivo en el getto de la ciudad.
Con la célebre escritora chilena, más orgullosos no nos podemos sentir mi mujer y yo.
La cosa es que en el marco de una recaudación de fondos para la agencia, se organizó el evento en la ciudad de Tiburón, California. El formato que se le dio fue que los tres íbamos a estar en el escenario y yo les iba a hacer una entrevista, luego se iba a tener una cena, se iba a subastar una guitarra donada y firmada en el acto por Santana, se iban a regalar el último libro de la célebre escritora y el último CD del mítico guitarrista. Finalmente se entregaría el pequeño galardón.
La verdad, nunca me quedó muy claro por qué me invitaron a mí, por eso cuando recibí la presea, un corazón de plata, como palabras de agradecimiento dije:
La ciudad nos reconoce porque los tres somos perfectos: ella es una perfecta escritora, él es un perfecto guitarrista y yo un perfecto desconocido.
Olvidaba decir que gracias a mi presencia (...) en el evento se recaudaron $28,000,00.
Pensando en buen salvadoreño, me dije a mí mismo: “estijueputa quizás está en puntueverga”, y para no faltarle al respeto, sin decir palabra colgué el teléfono.
A los segundos, el mismo Tom, ahora riéndose me dice: “No hombre no es mentira, la Agencia les quiere reconocer a Uds. tres por ser hispanos que han dado sus aportes a la cultura en San Rafael”, (la paja no me la trago pero la saboreo), a lo que en un estado casi letárgico le pregunté que cuándo y dónde y luego de sus respuestas le repliqué, “Déjame llamarte de regreso en unos minutos”, al colgar el teléfono le grito a mi mujer:
-¡Alhijueputttta, me están poniendo al nivel de Santana e Isabel Allendeeeee, viejaaaa! Ella, con mucha diplomacia me replica:
-Yo pensaba que ya no le ponías a la punto rojo Fredy.
- No amor, no es paja, el Tom Wilson me acaba de llamar diciéndome que nos van a dar un reconocimiento en Tiburón en Mayo. Puta, qué verga, no me lo puedo creerrrrr!” Al ratito llamé a Tom y le dije la célebre respuesta salvadoreña: “Por maje no…!
Tom, que es un gringo que conoce el carácter hispano como la palma de su mano se puso a reir y me dijo, vente el Jueves y platicamos.
Tanto Carlos Santana, el universalmente famoso guitarrista que revolucionó la música rock en los finales de los 60, como Isabel Allende, la mundialmente conocida escritora nivel Premio Nobel y yo, a quien ya a la siguiente cuadra nadie conoce, vivimos en San Rafael, una chulada de ciudad ubicada al norte de la Bahía de San Francisco. Solo que yo vivo en el getto de la ciudad.
La cosa es que en el marco de una recaudación de fondos para la agencia, se organizó el evento en la ciudad de Tiburón, California. El formato que se le dio fue que los tres íbamos a estar en el escenario y yo les iba a hacer una entrevista, luego se iba a tener una cena, se iba a subastar una guitarra donada y firmada en el acto por Santana, se iban a regalar el último libro de la célebre escritora y el último CD del mítico guitarrista. Finalmente se entregaría el pequeño galardón.
La verdad, nunca me quedó muy claro por qué me invitaron a mí, por eso cuando recibí la presea, un corazón de plata, como palabras de agradecimiento dije:
La ciudad nos reconoce porque los tres somos perfectos: ella es una perfecta escritora, él es un perfecto guitarrista y yo un perfecto desconocido.
Olvidaba decir que gracias a mi presencia (...) en el evento se recaudaron $28,000,00.
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