Maestro Jesús de Nazaret
Siempre voy a vivir agradecido con Dios por haberme dado la gran oportunidad de ganarme la vida como profesor, y compartir su nombre y su profesión.
Yo inicié esta carrera en 1973 de manera accidental. Resulta que por aquellos días yo cursaba el segundo año de Derecho en la Universidad Nacional y ésta había sido tomada militarmente en julio del 72 por la administración del tristemente célebre coronel Armando Molina quien había ejecutado esta toma como su primer acto de su gestión presidencial, y miles de estudiantes nos quedamos en el aire. Para junio de 1973 yo estaba en mis veintes literalmente sin hacer nada en mi casa.
Por las tardes visitaba a mi novia Lupita quien vivía a unas diez cuadras de la colonia Las Colinas de Mejicanos. En la actualidad ella también es una abogada de mucho éxito, ejerce en El Salvador.
Un buen día de mediados de junio del 73, mi compañero de áula Daniel Serrrano fue a visitame, llegó con una buena nueva: había conseguido trabajo de profesor en dos colegios de San Salvador, y me proponía que yo también me incorporara a la docencia ya que tenía horas clase de sobra. Yo, que siempre fui de alguna manera inseguro, especialmente por esos años, lo pensé por unos minutos y le dije a mi a migo: "A chis, démole, y cuánto nos van a pagar vos?" "Dos bolas por hora, loquito!" Saco! , pensé, de "mozaico" de Obras Públicas, hubiera ganado más.
Pero aquello iba a ser más un hobby que un trabajo, además me daba la oportunidad de interactuar en otro ambiente fuera del familiar y del vecindario. Definitivamente el salario no era nada, pero iba a ser mucho mejor que estar solo pajeándome la mente en casa. Le di viaje a la idea y el 18 de junio me eché la primera clase de Estudios Sociales en la escuela nocturna del extinto Liceo Alberto Masferrer, el cual estaba ubicado sobre la avenida Cuscatlán en el mero centro de San Salvador; bien recuerdo mi primer tema, fue "Transporte y comunicaciones en la sociedad colonial".
Lo demás es historia, yo tenía tiernos 20 años y desde entonces no me detuve, descubrí un mundo que le dio sentido a mi vida. Sin una micra de nerviosismo, me sentí en mi casa en el primer segundo que me paré frente a aproximadamente sesenta estudiantes en una áula que le llamaban el palomar, primero porque estaba situada en una segunda planta cuyas paredes eran de tela ciclón, segundo, porque sólo hombres componían el curso☺.
La Universidad la abrieron a finales de ese año, tampoco desistí de mi carrera de derecho para la cual también había nacido, al contrario, advertí que ambas son perfectamente compatibles y hasta se complementan, Victor Hugo dijo que el abogado es el monopolizador de las ciencias del espíritu y tenía razón el genio francés.
Yo disfruto cada segundo que practico mis dos profesiones, como profesor he trabajado en todos los niveles menos en la escuela primaria. En El Salvador irradié luces además del Liceo Alberto Masferrer, en el colegio Fátima de Santa Tecla y el Divino Salvador de la capital, también fui profesor de la Universidad Nacional; en Estados Unidos también he sido profesor de Universidad, de escuelas privada y escuela pública, y también de escuela nocturna.
Todo muy lindo, pero...
Hay una parte de mi profesión de maestro que de veras no disfruto (y hasta llego a puntos de detestar): calificar, palabra que nada odio más que sentarme frente a 150 hojas de papela, estar chequeando, rechequeando, escribiendo notitas al márgen, y después pasar las notas a mi libro y por último meterlas en la computadora en el sistema de la escuela...Ay Dios qué tedio! Y a huevo hay que hacerlo ya que tengo plazos para que los padres de familia puedan accesar y saber las calificaciones de sus hijos.
En estos días me he tirado horas larguísimas haciendo esa parte.
Lo bueno es que este trajín es de cuatro veces por año solamente, después viene la parte talegona, estar en el áula explicando, hablando, regañando, chistando, rabiando, compartiendo con colegas, lidiando con administradores, con padres de familia sacados de onda cuando sus hijos se han ganado un mala nota, etc., etc., etc.
Hombre...pensándolo bien, calificar es quizás la parte más tranquila de mi profesión...Mmmmm, bueno, quién sabe, lo bueno es que es gratificante mi profesión, lo demás son gajes del oficio☺
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