sábado, octubre 18, 2008

PENSE QUE ERA DESGRACIADO PORQUE NO TENIA ZAPATOS

HASTA QUE VI A UNO QUE NO TENIA PIES...

Muchas veces aprendemos versos, líneas, refranes, frases célebres y citas inspiradoras que nos impresionan y se vuelven muletillas en momentos que sentimos cojear al enfrentar los abatares del destino. El título de este post es uno de esos pensamientos que me han acompañado por años, lo aprendí en El Salvador, en mis días de estudiante universitario ,y de veras que me ha ayudado a aliviar el peso de realidades que a veces me han hecho flaquear.

Acabo de regresar a casa, fui a visitar a unos entrañables amigos, una familia que ha hecho más pasadera mi vida en los últimos veintidós años. Con ellos hemos compartido lo bueno, lo malo y lo feo de la vida en una tierra extraña que se ha convertido en nuestra por las mil y una razones. Ambas familias crecieron al punto de educar a nuestros hijos y ahora hemos llegado a quedar solo las parejas de viejos ya que todos los pajarillos abandonaron el nido.

Luego del café de rigor, los chistes, las anécdotas y el ponerse al día con los últimos chismes del vecindario, me contaron lo duro que están sintiendo en corazón por el diagnóstico que le han dado los médicos a uno de sus hijos. De pronto me puse helado pues yo he conocido a ese cipote desde su niñez, lo quiero como a mi sobrino, como a mi propio hijo. La próxima semana le harán un examen en el que le van a confirmar el grado del mal y las posibles medidas para atacarlo.

Al regreso caminaba casi como zombie, siempre habrá cosas en la vida que serán difíciles de asimilar y comprender...Esta tarde yo estaba preocupado porque mi hijo, el chiquito, el que vive en Japón, me había enviado un email diciéndome que tenía catarro...

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