HACE UN CUARTO DE SIGLO ME FUI DE MI PAIS PARA NUNCA MAS VOLVER
Las fotos de este post no fueron tomadas para reir...
Mi hija Lalita, mis gemelos Guillermo y Jesús y mi mujer Amalia, el día de mi primera muert, mi familia se descuartizó esa mañana...
Hace 25 años Me morí en El Salvador y nací en México. La dualidad se dio perfecta: como toda muerte hubo despedidas previas muy sentidas, esa semana les había dicho adiós a gentes entrañables en mi vida, había abrazado por última vez en mi terruño querido a amigos de oro, a compañeros de aula, a vecinos y a parientes lejanos a quienes veía a los ojos por última vez.
En primer plano mis tres hijos y mi mujer, mi tía Toña, mi sobrina Rosita, Delmy, la nanny de mis hjos, y mi sobrina Miriam.
La noche del 16 de octubre de 1983 hice el último recorrido por mi capital, no lo hacía solo, lo hacía con mi entrañable amigo y colega Tito Zelada quien fue lo suficientemente valiente como para arriesgarse al andarme llevando en su carro pues yo andaba una cola más grande que la cola de la Coca Cola. Ya no voy a entrar en detalles sobre las razones, baste decir que a la sazón yo era profesor de Historia de las Doctrinas Políticas en la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador para entender la historia completa, los que vivieron la guerra lo van a tener más claro.
Gracias públicas a Tito por su acto de valentía en honor a una amistad más allá de lo creíble
Mi hermanito Guillermo, hoy Director General de Post Grados de la Universidad de El Salvador.
Mi papá había dormido en mi casa para levantarse temprano para irme a dejar al aeropuerto, las maletas ya estaban hechas, mi hijo menor se me acercó al llegar a casa y con vocesita dulce me dijo: “No se vaya mañana papito, mejor hasta el otro lunes!”. No podía responderle a mi pequeño de 5 años que prácticamente quedaba huérfano aquella fatídica noche, la última de mi vida como inquilino de mi país.
Gracias a la colaboración del Dr. Edmundo Font, quien en esos días era Embajador de México en El Salvador, yo había obtenido una Visa en cinco minutos para viajar a la tierra del aguila y el nopal.
Mi cuñada Gladys, en la época, novia de Guillermo.
Yo tenía treinta años, recientemente me había graduado de abogado, tenía una familia linda: mi mujer y mis tres hijos que eran, y son mi gozo y orgullo; mis viejos estaban vivos, mis dos hermanas, Dina y Tita y mi hermano Guillermo formaban parte firme de mi entorno: contaba con una red de amigos de calidad que me hicieron deudor de por vida de su apecto, tenía una casa, unos planes para mi vida, un barrio, un país, y una sarta de sueños e ilusiones que de pronto se hacía añicos, todo quedó atrás, todo terminó para mí aquella mañana del 17 de octubre de 1983, ¿Qué pasaría mañana? Nadie lo sabía, me iba con mi muerte a nacer a otra parte.
Esa mañana camino al aeropuerto llevaba un nudo en la garganta que todavía no me ha bajado, deseaba que la carretera se hiciera más larga, veía las montañas y las clavé en mi retina para siempre…allá estaba el mirador de Los Planes que tantas veces me vio llegar de niño de la mano de mi papá y luego con los Scouts y luego, paseo obligado, con mi novia que hoy convertida en esposa iba acompañando al muerto al cementerio de Comalapa.
Mi papá Chus (QEPD), mis gemelos, Guillermo y Jesús, y yo, no podíamos estar más sombríos.
Yo nunca había viajado en avión, es más, ni siquiera sabía cómo eran esos animales por dentro, ya no recuerdo lo que pasó en el mostrador al llegar al aeropuerto. Mi amigo y compadre Luis Alvarado, mi hermano Guillermo y su esposa Gladys, mis tres hijos, mi papá, mi tía Toña, mi prima Patty, mis sobrinas Miriam y Rosita, mi hermana Tita y su esposo Miguel, (mi mamá no quiso ir a dejarme al aeropuerto, no tuvo el valor de verme partir) me tuvieron un tiempo en capilla ardiente en el lobby del aeropuerto y cuando llegó el momento de la despedida, de entrar por la puerta a donde solo se pasa si llevas el boleto de avión, solo entonces comprendí lo que es ver el dolor cara acara, jamás me sentí más amado, jamás había sentido amar a aquellos seres que me decían adiós, jamás había visto llorando tan amargamente a mi papá, mi mujer explotó, mis hijos gritaron, ya no importaban las miradas de morbo, simpatía y curiosidad de otras gentes en aquel lugar que había tomado momentáneamente la categoría de tumba. Todos me lloraron en vida
Nadie sollozaba como yo en aquel vuelo de TACA, esta vez por un dolor distinto, ahora el dolor era de mi tierra, cuando aquel avión tomó pista y despegó sentí que el alma me arrancaban de raíz de mi patría querida. Me quedé sin hijos, me quedé sin esposa, me quedé sin padres, me quedé sin hermanos, me quedé sin amigos, me quedé sin país, me quedé sin nada…..
La vida y la muerte se mezclaron en el instante, aquella muerte representó a la vez un nacimiento. Como toda muerte, aquello causó dolor, como todo parto también arrancó un primer grito de existencia en otra parte, un grito mortuorio que se convirtió en vajido.
Fue un entierro bien raro, en vez de irme para abajo, me fui para arriba…hoy hace 25 años…..