Pocas emociones son mejores que visitar Nueva York. Sus suburbios y sus puentes. Su ambiente multicultural, su fuerte presencia mundial, su elegancia y poderosa mística dan fundamento a tantos motes que le quedan como anillo al dedo: "La Babel de hierro", "La Jungla de asfalto", "La Gran Manzana", "La Ciudad que nunca Duerme", son algunos de los nombres que describen esta urbe que yo defino como "La Ciudad Imperial".
En el aeropuerto John F. Kennedy abordamos el taxi que nos llevó al distrito de Glendale. Un barrio tranquilo de prevalencia alemana. Hubo una ligera confusión ya que mientras Ramón quiso ser amable con nosotros yéndo a esperar al aeropuerto, nosotros quisimos ser amables yéndonos en taxi para su casa para no despertar a la familia ya que el avión arribaba a las 5 y fichas de la mañana. Resultado: Nos pasamos de amable las dos partes ël fue al aewropuetrto temprano y nosotros llegamos a casa tardecito en taxi.
A veces tanta amabilidad confunde...
El resto del día lo caracterizó una mezcla de emociones a cual más fuerte. Pero prevaleció el reencuentro con el Chele Roberto, el primer esposo de Dina, mi hermana mayor, el padre de Robert y Miriam, mis primeros sobrinos. Fue una tremenda alegría verle después de 35 años de ayuno místico. El Chele Roberto influyó mi vida de manera positiva en mis años adolescentes. Más adelante le dedico un post completo.
Por ahora suficiente. Me voy a desayunar. A practicar mi segundo verbo favorito: COMER!!!
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