domingo, junio 03, 2007

TERQUEDAD

Hablaba solo. Especialmente cuando se acordaba de sus días en la Universidad. Mitad por las borracheras, mitad por la edad, mi pobre amigo pasábase lamentando de su destino cruel y despiadado. Los balazos en la espalda y el desgaje del brazo a causa de los G-3, muy de moda en la Guerra Civil, habían dejado fieramente penetrada en su mente aquella tarde cuando pasaba desenfrenado en su motocicleta cerca de la Fuerza Aerea, con un amigo atrás que le sirvió de escudo. El pobre no tuvo mejor suerte y murió en el acto. Pero quién sabe si un balazo certero en el occipital hubiese traído mejores memorias del pobre amigo mío que sin embargo nunca perdió el encanto de una risa burlona a todo lo que pasaba a su alrededor. La vez que hablé con quien había sido el amor de su vida, me dejó una impresión muy honda en el pecho porque me dijo que ella también en un tiempo anduvo enamorada de él en aquellos días de estudiantes locos. Ahora el medio hombre y la medio mujer sólo escalan la torre de Babel que el destino les deparó: ella arrepentida de haberse casado con un borracho que le clavó tres hijos y le dio verga hasta decir "ya no"; él, por haberse metido a vivir con una bruja que lo abandonó cuando lo vio deshecho, cuando más la necesitaba, cuando más era menester echar acopio de la frase "juráis cuidaros en la salud y en la enfermedad". Los inviernos no transcurrieron en vano y hoy los dos se muerden en una soledad que les saca lágrimas a las rocas. Pero de nada sirve el lamento. El sol siempre salió por el oriente y colorín colorado este historia ha terminado!

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