Son las 5:05 en N.Y., para mi cuerpo y mi mente, que funcionan con el tiempo de California, son tres horas menos. Debería estar profundamente dormido y me siento extraño. Mi vieja está a mi lado bien sorneada. En la estación de Jet Blue hay un gran movimiento. Comienzo a oír español caribeño. Aquí hay una comunidad puertorriqueña abundante que enriquece la multicultura neoyorquina. En una de las pantallas de televisión que ubican para entretener a la mara, hay un programa de variedades en el que se ve a Jennifer López y a su esposo Marc Anthony en una presentación al aire libre apoyando a Tito Puente, jr.
No me gusta esa pareja. A esa mamacita no le luce ese tipo afeminado. A ella le luce un hombre maduro, en sus cincuentas, bien parecido, con las tres F: feo, fuerte y formal. Ah, y con otra F, que se llame Fredy. Ya empecé a desvariar.
En una hora sale mi vuelo a Buffalo, mejor aquí la corto para estar a tiempo en la siguiente conexión en la puerta 24.
Bueno, Nueva York es chivo.
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