Cuando encontraron los cadáveres en completo estado de descomposición, los zopilotes no se hicieron esperar. Todos eran hombres semi desnudos, boca a abajo y con las manos atadas hacia a trás. Curiosamente el cadáver del de enmedio era el único que se hallaba en posición supina y con manos desatadas.
Los parientes se avalanzaron sobre los cuerpos muy a pesar de la pestilencia insoportable,
Los agentes policiales y otras autoridades presentes para realizar esa cuasi circense actividad ritual de reconocimiento de cadáveres y de apuntes y de mediciones y de secreteos, distraía la atención sobre el llanto amargo de una hermana de los asesinados que gritaba lastimeramente:
-Hermanito, mirá cómo te dejaron! Dios mío cómo fueron capaces de hacer esto a alguien tan bueno! Castígalos Señor, castígalos...!
Otro hombre de aspecto jóven no lloraba pero contemplaba con incredulidad la escena al mismo tiempo asquerosa y lastimera. Agitaba la cabeza de derecha a izquierda, rechinaba sus dientes y se mordía los labios. En su mirada había indignación pero no odio. Cómo no habrá quedado de desfigurado el rostro de su hermano que en los primeros minutos no lo reconoció y fue sólo cuando le vio un lunar de mancha abajo de la tetilla derecha, que advirtió que era su hermano mayor el que yacía sin vida y rodeado de dermestos.
-Puta, qué hijos de puta más mierdas. Antenoche lo fueron a sacar del mesón. Les valió verga que la mujer y su hijo de tres años les pidieran que no se lo llevaran. No entiendo por qué hicieron esto, mi hermano no se metía con nadie. Pagaba por no hablar, sólo pasaba trabajando y con su familia...
Arriba enterrado en la tierra floja de un bordo, habían dejado el rótulo que se leía: "Por subversivos los saluda el escuadrón".
Eran 14 cadáveres los que habían aparecido aquella cálida mañana de noviembre DE 1980 en Santa Ana, a la orilla de la carretera a Chalchuapa.
Faltaba el drama de la morgue del hospital San Juan de Dios. La madre que se quedó sin hijos y la hermanita que se quedó sin lágrimas para llorar...!
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