Se siente en el ambiente aquí en Estados Unidos, solo una catástrofe política podría detener la avalancha electoral que daría al traste con ocho años de gobierno republicano d George W. Bush que ha llevado al país a la más desastrosa crisis económica desde los años treinta. Algunos inquietos no han podido esperar que se llegara la fecha y ya han emitido su voto por adelantado en los distintos precintos localizados alrededor del país.
Luego de veinticinco años viviendo en Estados Unidos y haber sido testigo de seis procesos electorales, me consta que nunca se había vivido un ambiente de mayor ansia por deshacerse de una administración como el que se está viviendo ahora. La recesión, una causa.
La otra causa es la expectativa que ha creado el candidato del Partido Demócrata, Barack Obama, a quien se considera presidente antes de la elección y, como decía al principio, sólo una catástrofe lo privaría de aceptar el traspaso del mando en el próximo enero.
Estados Unidos y el mundo necesitan un presidente joven que lleve una nueva idea a la Casa Blanca, que insufle una nueva energía, que conduzca a la primera potencia por una ruta de positivismo, el mundo necesita una imagen de pacificación y determinación, un tipo de carácter que no tenga miedo de la palabra cambio y que no acepte la palabra chantaje como principio para tomar una decisión política.
A la casa Blanca tiene que ir un líder que no le tenga miedo a hablar con Los Castro, los Chávez ni los Ahmadinejad del mundo, y que sea capaz de regresarle la credibilidad perdida en los ocho años de desastre, un hombre capaz de cambiar el curso de la historia misma, un hombre que se llame Barack Obama.
Parafraseando a Roque, es el turno del ofendido en Estados Unidos, el potencial ascenso al poder de este afroamericano por muchas razones de origen minoritario, va a potestar a toda una comunidad que historicamente ha sido relegada a segundos términos en todos los estratos de la sociedad americana, hasta su nombre es de raza pura, no es un afroamericano que ha heredado el nombre inglés de su antiguo amo, hasta su nombre es puro africano.
Estados Unidos está preparado para entrar a una nueva etapa de su historia, y está con mucha esperanza de probar otra opción que lo saque del atolladero que lo tiene una administración miope. El mundo está pendiente también del líder que contribuya a una paz ansiada, una paz que se ha tardado en llegar pero que se avecina.
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