MARTIN GODOFREDO es un gran gato. Como es el único gato bilingüe en mi vecindario, él no se muere de hambre ya que por ser tan guapo lo quieren por todas partes y siempre lo reciben con deliciosa comida.
Pero como él es tan delicado, con un gesto amable rechaza la comida en casa ajena y regresa a la suya en donde siempre lo aguarda su dieta favorita: pepitas de salmón y, de vez en cuando, una suculenta lata de pescaditos molidos.
Come tanto que a veces siento temor de que me manden una temporada a la sombra por "crueldad animal" por dejarlo engordar tanto.
Me desternillo de la risa cuando después de comerse sus pescaditos, queda hasta media hora limpiándose el hocico con su lengua o mojándose la patita y masajeándose alrededor de los bigotes.
A veces no le gusta su nombre humano y prefiere que le llamemos "Tingo" (última sílaba de Martín y primera de Godofredo), porque siente que es más apropiado para su alcurnia gatuna.
Mi hija lo trajo de la ciudad de Oakland, a casa siendo aún un bebecito pispirringo y socarrón.
Pero él maneja la información que es de ancestro italiano, de Nápoles, para ser más exactos, y que su tatarabuelito vino a Estados Unidos huyendo de la temible Camorra en donde se había metido en líos por unos negocios oscuros en que se vio involucrado.
Por otra parte, dice Tingo, que un tío, que se llamaba Lucino, lo heredó con una considerable fortuna en euros los cuales se hallan enterrados en Nápoles, en un basurero cercano al puerto de Santa Lucia; que ese pistío nadie lo toca por temor a represalias y que al nomás recibir su fortuna, nos va a yudar a resolver nuestro problemas financieros.
A nuestros insistentes ruegos de que nos aliviane con la feria, él sólo nos replica con su adagio preferido: "paciencia piojo que la noche es larga..." Mientras tanto, nosostros esperanzados, le seguimos comprando su comida favorita.
Le encantan los postres. Es el único gato que conozco que come melón. Detesta el ruido, especialmente el de la aspiradora. Si oye que silban o que cantan muy fuerte se lanza sobre el pobre silbador o cantante como queriendo decirle "¡Chó hijueputa!
En el verano lo hacen sufrir las golondrinas que vienen a hacer su nido todos los años en el cielo raso de mi casa. Les maulla de una manera extraña como queriendo decirles, "Vengan nenas, seamos amigos...!" Pobres de ellas si le hacen caso. Una vez una cedió a su lastimera llamada y jamás se volvió a saber de ella...
Una de estas frías noches decidimos encender nuestra chimenea y, al sentir lo calientito, Tingo fue el primero en acomodarse cerca de ella.
Tiene un gran pegue con las felinas, pero como es machorro, no le interesan los romances, lo que le ha acarreado una reputación nada atractiva en el vecindario. Pero a él no parece importarle lo que digan las malas lenguas.
Mientras tanto la vida continúa y Martín Godofredo se la pasa practicando a la perfección sus tres verbos favoritos: Comer, dormir y cagar...
Como sinvergüenza es sinvergüenza mi gato albo!
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