Esta noche he dado la última clase de inglés como segundo idioma en la escuela nocturna del Distrito Escolar de San Rafael, California.
Todo comenzó como un plan piloto hace quince años. En ese entonces el director del proyecto, el señor Ernie Riesen, me pidió le ayudara a enseñar dos horas los lunes y los miércoles por seis meses, corría el otoño de 1993.
El éxito del proyecto fue notable y el estado de California decidió financiarlo dada la necesidad que existe en el estado de las clases de inglés, impartidas a inmigrantes de reciénte arribo al estado. Por otra parte, el hecho de tener un profesor inmigrante que ha pasado por todo el proceso que normalmente experimenta un hispano (de mojado a condecorado), hacía un doble trabajo por el hecho de que los inmigrantes tendrían un “role model” al cual seguir no sólo como profesor, sino como uno de ellos, que fue capaz de “hacerla” en Estados Unidos.
Pero una de las cosas que yo siempre he profesado, es que hay que saber cuál es el momento del retiro, y hacerlo. Todavía con mucha energía en mi cuerpo le digo adiós a una etapa de mi vida que me dio muchas satisfacciones, enriqueció mi caudal de amigos y pobló mi corazón de la alegría de ser un enlace entre el inicio y el éxito de mis hermanos que se acercan a Estados Unidos con un plan de vida. Estar en ese plan en un plano positivo es un placer inmenso.
Así que esta noche me he despedido de mis clases nocturnas, hay un poco de tristeza al desprenderse de una linda rutina pero, después de todo, la vida es eso: una constante de despedidas que al final se resume en la que tarde o temprano nos va a llegar en cualquier sitio del camino: la despedida de la vida misma.
Va a ser difícil acostumbrarse a otras cosas, pero también será un gran alivio quedarme en casa disfrutando con mi mujer y con mi gato.
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