Nos levantamos temprano con mi mujer.
Qué putas pasa en la siquis humana que siempre que vamos a trabajar nos despertamos, y para que nos levantemos tienen que usar una grúa. Pareciera que es una injusticia el tener que levantarnos a trabajar, vemos el reloj despertador y "cinco minutíos más" los necesitamos para sobrevivir como si la vida entera fuera a depender de ellos.
Y cuando tenemos el día feriado, que podemos saltar de la cama a las diez de la mañana, es cuando con más energía nos sentimos. No entiendo los enredos de la mente, al fin enredos.
Bueno, la cosa es que luego del baño de rigor, nos vamos para San Francisco en donde tenemos que encontrarnos con el Dr. Portillo Hurtado quien está usando mi Protocolo ya que el suyo está agotado, y tengo que ir a firmar algunos instrumentos legales.
Después de unos 45 minutos en su oficina, nos vamos para San Mateo donde nos aguarda nuestra hija quien no quiere ir a Monterey a dejar al Chele por no regresar sola y aburrida, ya que el viaje es largo y tedioso.
Me gusta viajar de pasajero, normalmente me meto en el asiento de atrás y me echo en los brazos de Morfeo, duermo como un bendito por un buen rato. En realidad no es un sueño profundo, aunque oigo lo que van hablando, no lo voy asimilando. Sin embargo la sensación de descanso es indudable.
Dejar al Chele en la estación de la Naval de Monterey y llegar al Restaurante el Torito a la orilla del mar fue cosa de minutos. No hay placer más hermoso que estar con dos personitas que viven en mi corazón, comiendo una deliciosa comida mexicana y sentir el ambiente de la costa californiana. La alegría de vivir aflora con cada palabra ingeniosa de mi hija y cada mirada de mi vieja.
De la comilona que nos dimos casi necesité otra grúa para que me arrastraran al carro. Siempre lo hemos dicho con mi mujer: nosotros no nos vamos a morir de hambre sino que de tanto hartarnos.
El regreso fue espectacular viajar al norte en la carretera Uno es una experiencia aparte, el mar Pacífico californiano es una obra maestra de Dios. Todo pincelado con los chismes que veníamos degluyendo los tres. Pobres gentes, después de la comilona, tener un postre con el prójimo en la mesa es una experiencia culinaria de Padre y Señor mío.
Ejercer mi profesión, viajar, comer, andar con gente que amamos y rumiar gente, buen postre para coronar un sábado inolvidable!
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