Pues bien, todo lo había planificado a la perfección. La casa estaba pulcramente limpia, me las había arreglado para que nadie estuviera allí por la tarde, cuando tú llegaras a visitarme, y hasta a la Petunia, la perrita pekinesa, le dio por dormirse.
Como habíamos acordado, yo te fui a esperar a la parada de buses y tú llegaste con algunos minutos de atraso, pero llegaste. Quién sabe qué bullía en tu mente, la cosa es que a tus diecisiete años y a mis diecinueve, en las arteris circulaban hormonas y no otra cosa. Entrecruzamos alguna palabras que ninguno oía y llegamos a casa.
La música del álbum Abbey Road, de Los Beatles, que días antes tú me habías regalado, comenzó a acariciar nuestros oídos y al momento de que "Somethng" viajó por el aire para penetrar en el tímpano, ya estábamos con la respiración entrecortada y los labios y las manos bien ocupadas.
Después de unos veinte minutos metidos en una cama sobre un colchón de locura, amor y lujuria de la más alta calidad, no pude contener ni la respiración, ni los conductos seminales y la tarde se derritió en las cobijas.
Entre ahuevado y "tembeleque" me metí a la ducha y regresé a la alcoba más tranquilo, platicamos un rato y cuando menos sentimos nos enredamos de nuevo en una franca competencia de besos largos, mordiscosos, salivosos y chupadores.
La tarde no estaba para remilgos y por primera vez te desnudé todita para perderme en tu cuerpo y enredarme poro a poro sin escuchar más que música de Los Beatles matizada con música del cielo...Y cuando todo estaba a tiro de cañón apareció esa voz de ese angel hijueputa al que le hice caso y te dejé con las más espectaculares ganas de hacer el amor como Dios manda.
Para más joder esa iba a ser tu primera vez. Los Beatles se despidieron diciendo:
"...And in the end, the love you take
is iqual to the love you make...!"
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