Todo comenzó cuando la vi llorando.
Yo no quería molestarla pero me aventuré a preguntar:
-¿Por qué lloras así con tanto desespero?
Y ella como si nunca hubiera sentido más que lástima por un embustero, me respondió:
-Por las ganas de tomarme un jugo de naranja con huevos y fresa.
Ante la imposibilidad de complacerla en su deseo, repliqué:
-¿Sabes qué? Yo también un día lloré a mares por lo mismo...y lo que me gané fue un molinito de glorietas descalzas a la luz de la luna.
Le vi la risa de angel borracho de ausencia y seguí mi camino por la ruta de los fracasados; el fin se presentía pero nunca le di la espalda, tal vez por eso fue que siguió llorando cuando me pidió dinero prestado y yo se lo negué olimpicamente.
Después, tomó mi mano y se la puso en la conciencia.
Yo, como guanaco de sepa, sin valor de soportar el inmenso dolor de aquella huída, me tiré a la cama culo arriba y me sorprendió la madrugada llorando a moco tendido...!
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