Ella, que me había oído decir lo mismo muchas veces, se limitó a mirarme en silencio, con esa mirada que acurrucaba mi alma y me hacía sentir ínfimo, casi inexistente; pero esta vez era definitivo, la suerte estaba echada y yo jamás había estado más determinado.
Con el ímpetu brotando de mis poros, di media vuelta y la dejé sola en la parada de buses, me fui a dar la vuelta a la manzana y regresé, siempre decidido aterminar, pero, la verdad, no podía dejarla sola en un lugar tan oscuro y solitario.
Sin decir palabra, ella me dio un beso en los labios, y nos fuimos a casa en el siguiente bus.
2 comentarios:
me ha robado ud. una sonrisa,
volveré siempre que pueda a leer sus anécdotas e historias tan simpáticas
hasta pronto!
Yanina
Esos son los robos que me encanta hacer. Gracias por pasar Yani.
f.C.
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