Ayer tarde tuvimos en nuestra casa la visita de dos personas que viven en el territorio de la eterna gratitud en nuestros corazones como familia: Bill y Lory Hutchinson. No cabría en un solo post todas las razones que nos hacen sentir agradecidos con esta pareja desde que nos conocimos en 1986 nunca dejaron un momento de apoyarnos en días aciagos.
En 1985, Bill encabezó un movimiento en favor de la paz en El Salvador que se llamó Marin Interfaith Task Force in Central America, y fue en ese contexto que tuvimos la ocasión de conocernos, ya que en esos días yo representaba a una organización humanitaria salvadoreña a la que también él apoyó, y por la que trabajó sin escatimar esfuerzos.
Ya teníamos un buen rato de no reunirnos con estas personas bellas que nacieron para beneficio de la humanidad. Un día de marzo nos comunicamos y acordamos que vendrían a nuestra casa de San Rafael a cambiar impresiones sobre lo que ha pasado en nuestras vidas en los últimos años y, lo mejor, a mimarnos con una tremenda pupuseada a lo cual quedaron adictos con sus tantos viajes a El salvador en los ochenta y noventa.
Mis mejores amigos siempre posan en mi silla ejecutiva cuando me visitan, en señal de mi reconocimiento a su amistad de suprema calidad. Los Hutchinson no fueron la excepción.
Luego la gran decisión: ¿Revueltas, de queso o de chicharrón? Mmmmm...! Qué difícil se las pusimos☼
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