martes, marzo 01, 2011

UN DIA EN LA VIDA EN BERMUDAS

Donde la sonrisa, la amabilidad y la cooperación están siempre tan presentes como el mar.



Dado que los cálculos nos fallaron pues nunca se nos ocurrió echar un vistazo a la posición geográfica de las Bermudas, (más al norte de lo que imaginamos), no pudimos hacer realidad el sueño de irnos a dar un chapuzón a sus paradisíacas playas. Hacía tanto o más frío que en California por lo que mi mujer y yo tuvimos que echar mano del plan B, y qué bueno porque de no haber sido así, jamás nos hubiéramos acercado a la gente más linda del planeta, no hubiésemos experimentado su amabilidad que raya en el cariño, ni contemplado tierra adentro, ni aprendido algo de la historia de esta gema incrustada en el Caribe.

Por una de esas coincidencias que a mí me hacen creer en Dios, sin saberlo reservé un cuarto en un hotel que está localizado en la ciudad de Grotto Bay, a cinco minutos del aeropuerto internacional L. F. Wade. Normalmente cuando viajamos rentamos un carro y le damos a donde nos apunte el pico en el país de que se trate. En Bermudas no se puede hacer esto: por ley no hay carros para alquilar. Sólo se puede manejar uno en taxi o en transporte colectivo.

Agarrándolo por el lado amable, fue mejor que así ocurriera, ya que nos ahorramos dinero y estres, además de que disfrutamos del paisaje increíblemente bello de uno de los rincones menos elogiados del planeta.




Compramos un boleto para usar el magnífico transporte público de la isla, una verdadera ganga a los doce dólares que cuesta, si tomamos en cuenta que es bueno para usarlo todo el día en bus y ferry. La otra buena nueva fue que la parada de buses que nos llevaría a Hamilton, capital del país, la teníamos enfrente del hotel. Abordamos aquel bus amplio y casi vacío que por momentos pensé que era solo para nosotros. Calles estrechas, se maneja en el carril izquierdo y el vehículo lleva el timón a la derecha, muy al estilo inglés, cosa que se entiende si consideramos que Bermudas es un estado colonial británico.





Cuando entramos al país nos saludó en el aeropuerto un agente de migración amable en exceso, pues ese fue el modelo que vimos en todo el viaje, nunca en ninguno de los tantos países visitados, habíamos visto, por ejemplo, que la gente saludara a todo el mundo al entrar al bus.

MONUMENTO A LIBERTAD

Caminando a lo largo de la playa en Hamilton me detuve a ver un monumento en cuya placa leí una historia que mueve a llanto. En pocas palabras, narra la historia del Bergantín Enterprise, que fue obligado a zarpar en la isla por los poderosos huracanes que son frecuentes y normales en esta región. La embarcación llevaba una carga de 92 esclavos negros hacia estados del sur de Estados Unidos cuando naufragó, era en marzo de 1835; en enero de ese mismo año se había abolido la esclavitud en la isla por lo que, muy a pesar de la rabia de los infames blancos esclavistas de la tripulación, los prisioneros fueron invitados a quedarse en el país como hombres libres.

Un mercado en Dockyards

De Hamilton tomamos un ferry para la ciudad de Dockyards en el extremo noroeste de la isla, y de aquí regresamos a Grotto Bay en bus. En el trayecto, niños de colegio abordaban el bus solos sin el menor asomo de temor, al contrario, sintiéndose protegidos por la comunidad que los trata con cariño. Hicimos una escala en Hamilton de nuevo para explorar otras areas de la ciudad, luego abordamos un último bus para St. George en el extremo sureste por el prurito de cumplir el capricho de haber recorrido el país entero en un día. Nuestra idea era cenar aquí, pero ya a las siete dela noche la histórica ciudad está desolada.

Un negocio de seguros con el nombre de mi equipo lindo en Hamilton


Regresamos a nuestro hotel en Grotto Bay con la alegría de haber disfrutado una ciudad segura y alegre, y haber interactuado con un pueblo amable y muy orgulloso de su país, un país en donde no se ve un tan solo niño de la calle, un tan solo limosnero ni un tan solo signo de subdesarrollo, porque como me respondió el taxista que nos llevó del aeropuerto al hotel, cuando le pregunté si se sentían bien en Bermudas siendo una colonia de Inglaterra: "Mientras la economía sea sólida y no nos falte pan en nuestra mesa, a nosotros no nos importa ser colonia del Reino Unido."

No nos bañamos en sus playas, pero nos inundamos de la amabilidad de sus gentes. Así es Bermudas.


Y lo mejor del viaje: el regreso a casa. En el vuelo de regreso, atendiendo las indicaciones de la aeromoza

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