lunes, marzo 14, 2011

CON ANGELES EN LOS ANGELES

Con Hugo y Milton en un restaurante de comida mexicana. Hollywood Boulevard, Los Angeles

Somos amigos desde 1970, Milton tenía quince años y un cerebro brillante, Huguito solo contaba diez añitos y una capacidad infinita de joder que desafiaba a un tsunami, y yo no tenía ninguna de esas edades.

Eran los días de la colonia Las Colinas al norte de Mejicanos, en mi San Salvador del alma, días en los que sólo nos preocupaba comer, dormir y cantarles a las novias del resto de amigos y vecinos, porque para nosostros no había: Hugo estaba muy chiquito, Milton era muy intelectual y yo muy federal.

A Hugo no lo veía desde el verano del 2007 que lo visitamos, mi mujer y yo, en Sydney Australia; a Milton, desde el 2002 que viajó de Los Angeles a San Rafael, para ver a Hugo, ya que precisamente había venido a visitarnos en su paso de Australia, para El Salvador.

Hoy me tocó a mí pagarles la visita ya que Huguito también viaja de Australia para el Pulgarcito.

Fue un gran día. En el minúsculo aeropuerto Municipal de Long Beach alquilo un carro por una suma casi de risa, y ¡Al camino! El CD player no aceptó el "chavela" de Manzanero que llevaba, y gracias a Dios, porque al encender el radio me saluda Lennon con ♫I want youuuuu, I want you so bad baby...!♫ En una emisora del Area de Los Angeles hay un programa que se llama "Breakfast with the Beatles" y qué feliz casualidad!

Me meto en las perfectas telarañas terrestres de la gran ciudad, en la autopista 405 North, y disfrutando la música de mis ídolos por excelencia, y embebido en el paisaje urbano de Los Angeles con sus memorias sacratísimas de hace 25 años que viví aquí, que incluyen un tesoro que guardo en un lugar secreto de la ciudad, tan secreto que ni yo mismo lo ubico, pero que estoy seguro que aquí está,...En estos pensamientos navegando, cuando vuelvo a la realidad advierto que estoy saliendo con rumbo norte, voy otra vez para San Francisco!

Habíamos acordado con mis amigos, juntarnos en un lugar intermendo del aeropuerto y el valle de San Fernando, que es donde vive Milton, y en donde se está quedando Huguito, para que ninguno de los dos saliera trasquilado llegando hasta el extremo del otro. Pero ya me he pasado! ¡Qué ahuevada, y con lo que le presumí a Milton por teléfono que no se preocupra, que yo conocía LA como la palma de mi mano! ¡Fanfarrón de mierda, ya te fuiste a perder...!

¡La vieja. Voy a ver cómo putas hago para regresarme! Luego de algunas maniobras de viejo manipulador de los freeways gringos, regresé sobre mis pasos y después de sortear los obligados tapones vehiculares propios de esta movidísima ciudad, llego al punto donde habíamos quedado: como buenos esquineros sospechosos y con el agravante de ser salvadoreños, una esquina del famoso Paseo de las Estrellas en Hollywood Boulevard. ¿En dónde más se podían juntar tres estrellas?

Allá estaban mis panas, allá los veía cabeceando a diestra y siniestra para ver si aperecía el mayor de los tres, con anticipación reflejada en sus rostros que sin embargo guardan la frescura del amor fraterno, del que se hace más genuino conforme pasan los años. Al fin me encuentran con la mirada y sus ojos reflejan más brillo que el de todas lastrellas de aquel paseo juntas.

Hicimos lo que nos gusta: caminar, comer y hablar. Caímos en un reestaurante de la mejor comida mexicana en el área y, conociendo a la perfección mi egomanía, mis panitas me dejaron a mí primero hablar hasta por los codos, y luego hablaron ellos.

Ah, pero eso no fue todo, también reímos. Con Huguito nos cagamos de la risa por los controles de calidad a los que es sometido cada 30 minutos por su segunda mitad el pobre Cerebrito Brillantito.

Luego nos divirtió un amigo de Huguito de East Los Angeles que lo llamó por teléfono y nos estaba invitando a comer "a una finca tenía, en donde se daban mangos, guayabas y jocotes." Y exploto yo:

-Ja, ja, ja, ja, ja! Asaber de cuál habrá fumado ese maje. Para empezar en todo East LA no vas a encontrar una sola finca, y esas frutas que menciona son de clima tropical, y aquí estamos en clima mediterráneo.

Después ellos se cagaron de la risa de mi concepto de respetar la naturaleza. A la pregunta de Milton de cuándo me voy a pintar el pelo y la barba, mi respuesta con semblante determinado fue:

Brother, yo respeto la naturaleza, especialmente mi naturaleza, nunca me voy a pintar el pelo, ni a usar implantes, ni a tomar viagra.

El tiempo pasó más fugaz de lo que esperábamos, como es normal cuando estamos con una buena compañía. Hacia el final, ellos me dieron su sarpazo de sarcasmo: bueno Fredy, queremos presumir la amistad del Gran Navegante, nos tenés que dar tu autógrafo.

Milton no puede creer que su ídolo (de barro), por fin le da su atógrafo☺

Y yo, que no me trago la paja pero que la saboreo, les respondo: vergón, brothers, pero tiene que ser como las estrellas, en el lomo de sus camisas, ja, ja, ja! Y espués me dan los suyos a mí, cabrones.

Huguito "feliz" de recibir el autógrafo de El Gran Navegante

Al despedirnos, sin ocultar un dejo de emoción, nos quedó la impresión de que la charla no había terminado, que la íbamos a continuar quién sabe dónde y cuándo. De una cosa sí estábamos seguros, de que aquella tarde en Los Angeles, habíamos estado entre ángeles.

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