Viendo las flores he advertido cuán distante estoy del concepto de la humildad humana. Es evidente que a veces me mueven los motivos más ridículos para tomar decisiones que al fin y al cabo valen un comino.
Por ejemplo, el otro día me molesté porque unos majes no se rieron a carcacajada batiente, por un chiste pendejo que les había contado. Por otra parte, me incomoda el hecho de pasar hasta diez minutos pensando por las mañanas, en qué camisa me voy a poner ese día. Pero nada se parece más a lo estúpido, como el hecho que no pueda salir de casa sin arreglar mi cama; si lo he hecho diez veces en toda mi vida, estoy exagerando. Cuando así ha sido,, he pasado todo el día con las más horrorosas visiones que imaginarse pueda.
Toda vez que se puede, hago la misma rutina de mi casa al trabajo, en ocasiones me he desviado pero ha sido por la más estricta razón justificada.
Ahora mi determinación de nunca terminar con las mujeres que han pasado por mi vida es homérica, creo que yo soy el único hombre en este mundo, que cree con firmeza que una vez que una mujer se ha acostado conmigo, será mía para siempre.
En cuanto a las mariposas monarcas, las abejas reinas y los perros labrador, no voy a escribir nada, porque en esos temas soy más ignorante que el maitro Prefa.
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