jueves, noviembre 09, 2006
LA MALA NOCHE
Los invitados con forma de mujer comenzaron a llegar a la fiesta entrada la tarde. Era un mínimo de 7 mujeres que desfilaban sin hablar pero reían con agrado sin razón aparente. Entre ellas había una muy parecida a la Teté, la hija de la niña Chita, arrollada sin piedad por un bus hace ya varios años. Eran quizás las seis de la tarde y el ambiente parecía de noche temprana de la edad media...nadie hablaba y sin embargo todas estaban alegres...Yo sentado en el suelo, sentí de pronto un bulto que se movía debajo de la alfombra y que tenía la forma de mi ataché, el blando, no el de vynilo; me incorporé de inmediato y levanté la alfombra, solo para ver salir un gato joven que se desapareció en instantes. Después de un rato ameno comenzaron a marcharse. Esa mañana había hablado con Luisa, mi amiga y colega que siemper se alegra al verme y que es más buena gente que un masaje japonés; Luisa sin embargo no había asistido a la fiesta que a estas alturas ya había terminado. Siempre en silencio fueron saliendo una a una en fila india y aproveché para filmar su partida sin su consentimiento expreso pero con su consentimiento tácito ya que veían a la cámara sin inmutarse. Cuando salían reconocí a Naomi, mi Dios que con un gesto me invitó a seguirla y la seguí...Adónde me llvaría yo no lo sabía, sólo sabía que me llevaría a algún lugar agradable y seguro: el avión aterrizó en Boston y de allí a Cape Code fue cosa de minutos. Caminamos riendo de todo y al pasar por el portón del cementerio apoteósico, salía aquel grupo limitado de dolientes que sin embargo parecía aliviado de haber ido a enterrar al abuelito. El riguroso negro contrastaba con el verde del interior del camposanto que tenía el ingrediente lúgubre de una tenue brisa. Del grupo predominante de mujeres y dos niñas inconsolables por el abuelito y que corrían a abrazarme quién sabe por qué, ya que yo nunca las había visto en mi vida, solo reconocí a Luisa quien había acompañado a la familia a darle el último adiós al octogenario con categoría de difunto a estas alturas...A mi alegre saludo el "Hola Luisa" acompañó al "Conocías a Naomi" amable y escueto; sin tiempo a la respuesta, naomi respondió Por supuesto que conozco a Luisa" y le regaló una sonrisa coquetona a la que Luisa respondió con otra sonrisa de cortesía y sin más ni más dio media vuelta y siguió su camino hacia la bruma. Naomi y yo agarramos para arriba conversando acerca de las sobresalientes bancas de forma de tapa de caja de muerto en las dos paradas de buses que encontramos en el camino "Sabes Naomi? Me encanta Cape Code porque es el único lugar en el país en donde puedes contemplar la llegada del otoño en el color de las hojas caídas. Pero: Adónde me llevas? Puedo saberlo por casulaidad? "No te preocupes, quiero que veas el encanto de la ciudad desde las lomas del otro cementerio, desde el cementerio de los pobres". Yo, que soy más miedoso que el Chapulín Colorado esta vez me sentí más curioso que valiente y cuando sentimos estábamos subiendo un pequeño cerro en el cementerio de los pobres a eso de las siete y media de la noche y viendo la ciudad casi bonita desde un ángulo tenebroso, diría yo...De pronto se acercaron la mujer y la joven de aproximadamente catorce años. La mujer traía el recipiente plástico atosigado de monedas de a venticinco centavos de dólar, mientras la niña, que aprentaba ser su hija, cargaba una bolsa repleta del mismo material valioso que sin embargo, parecía que habían desenterrado pues las monedas en ambos contenedores parecían enlodadas. Presto me dispuse ayudarlas a subir las gradas de cementos en la que a estas alturas nos habíamos quedado con Naomi, cuando la cipota sacando enojo del su ropa me replica: "no se atreva atocar nada o se arrepiente" "Bueno, mira, todo lo que quiero es ayudarte, no me interesa lo que traes" Gracias por su generosidad pero no quiero". A estas alturas Naomi se hallaba sin fuerzas para opinar y tan debilitada que apenas balbuceaba palabras de control de la situación y me dijo "Dale su espacio" y la niña replicando "dame espacio" me intimidó a deslisarme a la derecha. De pronto un escalofrío se apoderó de todo mi ser y sin mostrar el pánico le murmuré a Naomi que nos fuéramos del lugar. Ya Naomi se había convertido en una cabeza plástica incrustada en la esquina de la grada de concreto. Como pude arranque la cabeza aprisionada de Naomi y corrí hacia abajo de la colina entre cruces y mausuleos paupérrimos. La niña gritaba algo que yo no escuchaba y alcancé la calle en maratón. Nada ni nadie me detenía. No corría en la acera, lo hacía a la orilla de la calle. La sirena del carro de la policía trajo cierto alivio a mi espíritu alterado y cuando en la distancia se acercó el patrulla le hice un gesto de parada, pero sus luces encendidas y su ruido ensordecedor me hizo pensar que algo peor ocurría en otra parte porque no me hizo el menor caso al pasar veloz a mi lado. Corría hacia el cementerio...Advertí que algo horrible había pasado en el cementerio...algo que tenía que ver con la muerte...Todavía con miedo y el corazón casi saliéndoseme del pecho, desperté y me di cuenta que tenía los brazos entrecruzado sobre mi pecho. Cinco minutos más tarde me recobijé y puse junta la historia de la mala noche agradeciendo que todo había sido un sueño...Un sueño tenebroso!
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