I. LA APROXIMACION
Luego de hacer los pagos correspondientes para entrar a la inmensa plataforma que contiene los edificios más elogiado del planeta (se paga un cargo extra de cincuenta libras egipcias si quieres entrar a la gran pirámide de Keops, y veinticinco, si a la de Kefrén, a la de Mizerinos definitivamente no hay ingreso), pasamos por unas entradas con controles electrónicos de seguridad, y al fin ponemos pie en la plataforma que guía a las gigantescas construcciones.
Cuarenta y cinco años he esperado este momento, estoy a unas dos cuadras de la Gran Pirámide, que es la que domina la meseta y, la verdad, me siento aterrado ante tanta grandeza. Conforme me voy acercando pienso en que me estoy uniendo al ejército de seres humanos que por cuatro mil quinientos años se han quedado helados en sobrecogimiento ante tan colosal estructura. Pensé con acierto que mi mente era demasiado pequeña como para que cupiera esa maravilla.
Un pensamiento se singulariza en mi mente: se sabe que el Jesucristo histórico, el de carne y hueso, visitó y vivió un tiempo en Egipto (En lo que hoy se conoce como el Antiguo Cairo), no lo culparía si al ver estas moles hubiera dudado que era hijo de Dios, pues ni él mismo pudo haberse explicado el cómo, el cuándo y el por qué de estos monumetos queno fueron pensados para su Padre Celestial...
Fijo la mirada en esos triángulos que encierran la más antigua pieza arquitectónica que el mundo conoce hasta nuestros días, en esos enormes bloques de piedra que corren de la base en disminución hasta el vértice, y me doy cuenta que su perfecta simplicidad, su falta de ornamentación, su carencia de curvas y su lamentable deterioro que se evidencia desde esta distancia, no le quitan ni un ápice la masiva grandeza de su creación.
Estoy a minutos de entrar en el misterioso edificio y, aunque el calor es casi insoportable, de pronto un escalofrío recorre mi columna vertebral, estoy a medio metro del edificio más admirado del mundo y voy a cumplir un sueño de vida.
II. EL PRIMER BESO
Mi mujer me acompaña, antes de subir las escalinatas que guían a la entrada, le doy un beso al primer bloque de piedra que encuentro, lo hago en el nombre de mi madre que siempre tuvo devoción por las pirámides, y sigo mi marcha.
La Gran Pirámide tiene dos entradas, una que se encuentra en la quinta hilera de piedras, mandada construir por el Kalifa Memmon en el siglo IX ante de Cristo; la otra, la original, se halla unas líneas arriba, quise ir hasta esa entrada, pero los policías de seguridad me pitaron y me gritaron desde la base, que era prohibido pasar más allá, y bajé para entrar por la puerta de acceso al público.
III. ¡PARA ADENTRO!
Personal de seguridad me pide que deje las cámaras en la entrada pues es prohibido tomar fotos en el interior de la pirámide. Quién sabe qué ridícula razón les hace creer que un par de flashazos van a botar las piedras, de todas maneras les dejé mis cámaras y seguí mi camino, en compañía de mi mujer, por la titánica estructura.
Los primeros diez pasos no le enseñaron nada agradable a mis ojos, para ser absolutamente francos, aquellas rocas disparejas sobre tu cabeza provocan un inexplicable terror, al menos en mí, que no había tenido un sueño reparador por dos días mal durmiendo en avión, por eso, tanto mi mente como mi espíritu estaban bien apachurrados.
Luego de caminar erguido una distancia de unos veinte metros, nos topamos con el primer pasillo ascendente, aquí hay que avanzar agachado. A pesar que es fresco dentro de la pirámide, yo he empezado a sudar copiosamente, adelante no se ve nada, llevo una pequeña lámpara que alumbra justo una distancia suficiente para dar el siguiente paso; mi mujer parece estar más en control mental que yo, que a estas alturas ya pienso seriamente en salir huyendo, pero no lo voy a hacer.
IV. ¡DIOS MIO, LA GRAN GALERIA!
Aquel pasillo parece interminable, estamos caminando acurrucados en un plano inclinado, hasta que llegamos a un descanso en el que finalmente nos podemos parar. Frente a nosostros hay otro pasillo estrecho en la parte baja que está protegido con una puerta metálica cerrada con candado, pongo claros mis pensamientos y advierto que ese pasillo es el que conduce a la llamada Cámara de la Reina.
Al levantar la mirada me doy cuanta que estoy viviendo en una subrealidad, casi como encanto frente a mí se posa la Gran Galería, esta maravilla de la arquitectura funeraria antigua no es ni la sombra de lo que había visto cientos de veces en fotos y videos.
Yo hacía la Gran Galería en plano horizontal, pero no, está en plano inclinado. Su grandiosidad es infinita, para subir y continuar el camino hay que escalar unas gradas metálicas puestas exprofesso para el efecto, aunque todavía en la roca de granito se encuentran los agujeros hechos por los constructores originales para alcanzar su suelo.
Aquí ya se puede caminar erguido, tiene una altura aproximada de ocho y medio metros. Se dice que los bloques de piedra perfectamente cortados y superpuestos en esta parte de la construcción, pesan entre setenta y ochenta toneladas. Sigo cansadísimo y sudoroso, tenemos que caminar otros cuarenta y ocho metros en plano de inclinación ascendente. Mi mujer va con un gran espíritu y emoción, ya falta poco para alcanzar el último paso estrecho para llegar a la cámara del rey.
V. UN ENSAYO DE MI PROPIA MUERTE
Este es el lugar más extraño que he recorrido, voy para arriba y pienso que estoy en una especie de "de javu", en mi mente hay una mezcla de familiaridad, terror, atracción, y deseo de huir y de quedarme al mismo tiempo.
Algo me dice que esto es un adelanto de mi paso hacia mi propia muerte.
VI. LA CAMARA DEL REY
Al fin estamos en la parte más alta de la Gran galería, a segundos de la antecámara de granito que hace entrar en posición humillante al objetivo final, entramos casi a gatas en la Cámara del Rey, en la entraña de la gran pirámide, en el lugar más misterioso del universo...
Estamos en el templo funerario más admirado del planeta. Aquí reina el más absoluto silencio, unas candelas de neón con luz tenue colocadas en la parte más alta del techo, hacen ver más espectral el respetado lugar; un eco jamás percibido por mis oídos se escucha cuando se habla, pareciera que la voz se multiplica por cien.
Por años pasé soñando con acostarme en el sarcófago de Keops, si algún día llegaba a estar aquí, cuando me acerqué al pavoroso artefacto pensé para mi coleto: "¡La vieja! Que me perdone don Keops, pero yo no me zampo en esa mierda ni que estuviera loco de remate...!"
VII. EL DESCENSO
Después de ver y recontra ver el lugar, contar con pasos las medidas de largo y ancho, examinar los pequeños túneles de los lados que dicen conectan al faraón con Horus y Osiris (en uno de ellos hay instalado un ventilador), decido que nos vayamos y mi mujer me riñe un poco argumentando que he pasado cuarenta y cinco años jodiendo que quería estar aquí y solo hemos estado quince minutos y ya me quiero ir, a lo que le replico que tiene razón pero hasta donde da mi entendimiento aquí no hay nada más que ver, echamos la última mirada al sarcófago e iniciamos el camino de regreso.
Algo cambió en mí desde que visité los interiores de la Gran Pirámide, algo que no puedo explicar y que de todas maneras...nadie está loco por saber.
Luego de hacer los pagos correspondientes para entrar a la inmensa plataforma que contiene los edificios más elogiado del planeta (se paga un cargo extra de cincuenta libras egipcias si quieres entrar a la gran pirámide de Keops, y veinticinco, si a la de Kefrén, a la de Mizerinos definitivamente no hay ingreso), pasamos por unas entradas con controles electrónicos de seguridad, y al fin ponemos pie en la plataforma que guía a las gigantescas construcciones.
Cuarenta y cinco años he esperado este momento, estoy a unas dos cuadras de la Gran Pirámide, que es la que domina la meseta y, la verdad, me siento aterrado ante tanta grandeza. Conforme me voy acercando pienso en que me estoy uniendo al ejército de seres humanos que por cuatro mil quinientos años se han quedado helados en sobrecogimiento ante tan colosal estructura. Pensé con acierto que mi mente era demasiado pequeña como para que cupiera esa maravilla.
Un pensamiento se singulariza en mi mente: se sabe que el Jesucristo histórico, el de carne y hueso, visitó y vivió un tiempo en Egipto (En lo que hoy se conoce como el Antiguo Cairo), no lo culparía si al ver estas moles hubiera dudado que era hijo de Dios, pues ni él mismo pudo haberse explicado el cómo, el cuándo y el por qué de estos monumetos queno fueron pensados para su Padre Celestial...
Fijo la mirada en esos triángulos que encierran la más antigua pieza arquitectónica que el mundo conoce hasta nuestros días, en esos enormes bloques de piedra que corren de la base en disminución hasta el vértice, y me doy cuenta que su perfecta simplicidad, su falta de ornamentación, su carencia de curvas y su lamentable deterioro que se evidencia desde esta distancia, no le quitan ni un ápice la masiva grandeza de su creación.
Estoy a minutos de entrar en el misterioso edificio y, aunque el calor es casi insoportable, de pronto un escalofrío recorre mi columna vertebral, estoy a medio metro del edificio más admirado del mundo y voy a cumplir un sueño de vida.
II. EL PRIMER BESO
Mi mujer me acompaña, antes de subir las escalinatas que guían a la entrada, le doy un beso al primer bloque de piedra que encuentro, lo hago en el nombre de mi madre que siempre tuvo devoción por las pirámides, y sigo mi marcha.
La Gran Pirámide tiene dos entradas, una que se encuentra en la quinta hilera de piedras, mandada construir por el Kalifa Memmon en el siglo IX ante de Cristo; la otra, la original, se halla unas líneas arriba, quise ir hasta esa entrada, pero los policías de seguridad me pitaron y me gritaron desde la base, que era prohibido pasar más allá, y bajé para entrar por la puerta de acceso al público.
III. ¡PARA ADENTRO!
Personal de seguridad me pide que deje las cámaras en la entrada pues es prohibido tomar fotos en el interior de la pirámide. Quién sabe qué ridícula razón les hace creer que un par de flashazos van a botar las piedras, de todas maneras les dejé mis cámaras y seguí mi camino, en compañía de mi mujer, por la titánica estructura.
Los primeros diez pasos no le enseñaron nada agradable a mis ojos, para ser absolutamente francos, aquellas rocas disparejas sobre tu cabeza provocan un inexplicable terror, al menos en mí, que no había tenido un sueño reparador por dos días mal durmiendo en avión, por eso, tanto mi mente como mi espíritu estaban bien apachurrados.
Luego de caminar erguido una distancia de unos veinte metros, nos topamos con el primer pasillo ascendente, aquí hay que avanzar agachado. A pesar que es fresco dentro de la pirámide, yo he empezado a sudar copiosamente, adelante no se ve nada, llevo una pequeña lámpara que alumbra justo una distancia suficiente para dar el siguiente paso; mi mujer parece estar más en control mental que yo, que a estas alturas ya pienso seriamente en salir huyendo, pero no lo voy a hacer.
IV. ¡DIOS MIO, LA GRAN GALERIA!
Aquel pasillo parece interminable, estamos caminando acurrucados en un plano inclinado, hasta que llegamos a un descanso en el que finalmente nos podemos parar. Frente a nosostros hay otro pasillo estrecho en la parte baja que está protegido con una puerta metálica cerrada con candado, pongo claros mis pensamientos y advierto que ese pasillo es el que conduce a la llamada Cámara de la Reina.
Al levantar la mirada me doy cuanta que estoy viviendo en una subrealidad, casi como encanto frente a mí se posa la Gran Galería, esta maravilla de la arquitectura funeraria antigua no es ni la sombra de lo que había visto cientos de veces en fotos y videos.
Yo hacía la Gran Galería en plano horizontal, pero no, está en plano inclinado. Su grandiosidad es infinita, para subir y continuar el camino hay que escalar unas gradas metálicas puestas exprofesso para el efecto, aunque todavía en la roca de granito se encuentran los agujeros hechos por los constructores originales para alcanzar su suelo.
Aquí ya se puede caminar erguido, tiene una altura aproximada de ocho y medio metros. Se dice que los bloques de piedra perfectamente cortados y superpuestos en esta parte de la construcción, pesan entre setenta y ochenta toneladas. Sigo cansadísimo y sudoroso, tenemos que caminar otros cuarenta y ocho metros en plano de inclinación ascendente. Mi mujer va con un gran espíritu y emoción, ya falta poco para alcanzar el último paso estrecho para llegar a la cámara del rey.
V. UN ENSAYO DE MI PROPIA MUERTE
Este es el lugar más extraño que he recorrido, voy para arriba y pienso que estoy en una especie de "de javu", en mi mente hay una mezcla de familiaridad, terror, atracción, y deseo de huir y de quedarme al mismo tiempo.
Algo me dice que esto es un adelanto de mi paso hacia mi propia muerte.
VI. LA CAMARA DEL REY
Al fin estamos en la parte más alta de la Gran galería, a segundos de la antecámara de granito que hace entrar en posición humillante al objetivo final, entramos casi a gatas en la Cámara del Rey, en la entraña de la gran pirámide, en el lugar más misterioso del universo...
Estamos en el templo funerario más admirado del planeta. Aquí reina el más absoluto silencio, unas candelas de neón con luz tenue colocadas en la parte más alta del techo, hacen ver más espectral el respetado lugar; un eco jamás percibido por mis oídos se escucha cuando se habla, pareciera que la voz se multiplica por cien.
Por años pasé soñando con acostarme en el sarcófago de Keops, si algún día llegaba a estar aquí, cuando me acerqué al pavoroso artefacto pensé para mi coleto: "¡La vieja! Que me perdone don Keops, pero yo no me zampo en esa mierda ni que estuviera loco de remate...!"
VII. EL DESCENSO
Después de ver y recontra ver el lugar, contar con pasos las medidas de largo y ancho, examinar los pequeños túneles de los lados que dicen conectan al faraón con Horus y Osiris (en uno de ellos hay instalado un ventilador), decido que nos vayamos y mi mujer me riñe un poco argumentando que he pasado cuarenta y cinco años jodiendo que quería estar aquí y solo hemos estado quince minutos y ya me quiero ir, a lo que le replico que tiene razón pero hasta donde da mi entendimiento aquí no hay nada más que ver, echamos la última mirada al sarcófago e iniciamos el camino de regreso.
Algo cambió en mí desde que visité los interiores de la Gran Pirámide, algo que no puedo explicar y que de todas maneras...nadie está loco por saber.
4 comentarios:
Antes de ver el vídeo y en la medida en que leía tu escalofriante relato –no sé por qué– pensaba en tu blog sobre los Maestros, y en cómo debería visitarlos más seguido.
De pronto, en el vídeo, te veo con la camiseta del cuarteto magistral!! Realmente eres un buen fan.
Yo también creo que Los Beatles es lo mejor que le pasó al siglo XX y después de Bach, Mozart y Beethoven, la cúspide de la producción musical humana. Hoy pongo en el blogrroll a ambas bitácoras.
Saludos Freddy (gracias por las flores del comentario anterior)
Gracias JC!
He conjuntado mis tres pasiones por excelencia: El Alianza en mi cabeza, Los Beatles en mi corazón y las pirámide de Egipto en todo mi ser.
Cuando visité Liverpool, vestí una camisa del Alianza, tanto a mi equipo lindo como a los 4 Fantásticos les he construído su blog en homenaje y agradecimiento por toda la alegría y felicidad que han llevado a mi espíritu en mi jornada por este mundo.
De antemano te agradezco que consideres incorporar mis obritas en tu magnífico blog, eso será para mí el equivalente cibernético de escalar la Gran Pirámide.
De nuevo gracias JC!
Dicho y hecho. Misión Cumplida. Es un honor para mí.
¿A donde nos vas a llevar esta semana?
Increíblemente agradecido JC!
Después de que vos me has llevado al cielo poniendo mis blogs en La Terminal, ya no sé a dónde llevarlos brother.
Sólo trataré de ser consistente con lo que decís acerca de mis obritas en su presentación en tu blog.
De nuevo muchas gracias JC y espero saludarte en persona en mi próximo viaje a El Salvador en un par de meses.
FC
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