domingo, junio 06, 2010

CASO DALTON: REGRESA EL GRAN CAPITAN A EL SALVADOR

Tomado de La Opinión de Los Angeles

Una fuente altamente confiable me confirma lo que ya es un secreto a voces entre el medio y los entendidos (y hasta protagonistas) de esta noticia: han visto últimamente al gran capitán en El Salvador.

¿Quién es este personaje tan misterioso que arranca odios y pasiones tan encontradas entre sus detractores (la mayoría) y ex- militantes compañeros suyos? Se trata nada menos que de Edgar Alejandro Rivas Mira, uno de los fundadores del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) a comienzos de la década de los setenta, a partir del núcleo embrionario de guerrilla urbana conocido durante la época como "El Grupo", debido a que fueron procesados por el secuestro y asesinato del "patrón de los patrones" de El Salvador, el multimillonario Tomás Regalado Dueñas, en febrero de 1971.

Pero no solo ello: se trata del autor intelectual del asesinato del poeta Roque Dalton García, el 10 de mayo de 1975, ejecutado, según las versiones más puntuales de los diferentes medios, por Joaquín Villalobos y su acompañante, Jorge Meléndez.

Uno de los hombres más cercanos a dicho entorno, que murió hace un par de años de cirrosis, Carlos Rico Mira, alias Pancho, me afirmó sin tapujos esta autoría, a pesar de que él en su libro, En silencio tenía que ser (UFG, 2005), echa la culpa a Vladimir Rogel Umaña, alias "El Vaquerito", de la ejecución de Roque. Rico Mira, originario de San Vicente, era primo hermano de Edgar Alejandro Rivas Mira, quien es originario de Apastepeque, un idílico lugar donde hay una laguna con poderes milagrosos debido a su origen volcánico, cuyas aguas se recomiendan para curar la artritis y el reumatismo.

"En realidad, El Vaquerito fue quien ejecutó al compañero de Roque Dalton, el obrero ebanista Armando Arteaga, alias "Pancho", mientras que a Joaquín Villalobos se le ordenó ejecutar a Roque Dalton. Estaba totalmente demacrado el poeta, las señas de la operación de cirugía plástica que le habían hecho en el Hospital Calixto García de La Habana poco antes de entrar a El Salvador el 24 de diciembre de 1973, se habían vuelto muy evidentes debido a la desesperación en la cual se encontraba. Joaquín disparó y falló el primer tiro, que le dio en el hombro izquierdo a Dalton, en ese momento exclamó se salvó, ya cumplí mi orden y se salvó. Acto seguido sin embargo su acompañante lo encañonó y lo conminó a ejecutarlo, que era la orden recibida. Le disparó por detrás, su cabeza pareció una sandía destrozada y la sangre salpicó las paredes del cuarto, que tardaron varios días en limpiar", me confió Rico Mira.

Traigo a colación este testimonio, que he confrontado con otros de testigos presenciales y del entorno de estos protagonistas, en los últimos 35 años de investigación que llevo del caso ( desde el 28 de mayo de 1975, fecha en la cual circuló por primera vez en la Universidad Nacional el pasquín del ERP notificando la ejecución de Dalton, hasta hoy), debido a que todo apunta a un autor intelectual, Edgar Alejandro Rivas Mira, alias Sebastián Urquilla, quien era el jefe máximo del ERP entonces, y a dos jovencitos deslumbrados por la trayectoria de alguien a quien llamaban (a imitación del Gran Timonel Mao) el gran capitán, y a quien tenían como el non plus ultra de la revolución mundial. Estos dos jovencitos (24 años cuando más), Joaquín Villalobos, alias René Cruz, y Jorge Meléndez, alias Jonás, tienen en esta tragedia ni más ni menos que el rol de verdugos, de sicarios.

Afirma —ese alguien—, que el gran capitán ha llegado al país viejo y quizás enfermo, "los años calan", susurra, pero sobre todo porque ha venido acompañando a su hermano, Alfonso Rivas Mira, quien está gravemente enfermo. "Todo lo indica así, me confirma ese alguien que lo conoció muy bien en los setenta, él era siempre muy apegado a Alfonso, quien no tiene otro rol en esta vida, que el de ser hermano de Edgar Alejandro", me comenta.

Supuestamente autor de un robo millonario del ERP, producto del dinero del secuestro de Roberto Poma, Rivas Mira huyó del país desde esas oscuras fechas de los setenta, en compañía de su mujer, Angelita Meardi, alias Gertrudis, a quien siempre tuvieron como la clave para dar con el gran capitán debido a lo fácil de identificarla por su peculiar andado y figura (la famosa chele patanga de hombros caídos). Se les ubicó en diferentes países: Inglaterra, Alemania, China, Guatemala, México, hasta que hace dos años se les detectó como residentes en Milán, Italia, así como a su hermano, Alfonso Rivas Mira, residente en Baja California, México.

Técnicamente Edgar Alejandro Rivas Mira puede aducir ser ciudadano salvadoreño ejemplar con una trayectoria impecable, ya que fue absuelto, junto con los otros miembros del Grupo, del secuestro y asesinato de Ernesto Regalado Dueñas, precisamente un día antes de la ejecución de Roque Dalton. Y en cuanto a la autoría intelectual del asesinato del poeta, como no hay cadáver, no hay delito. Quizás esto explique el por qué nunca se van a encontrar los restos mortales de Roque Dalton.

Ese alguien también me dice, a pesar de los pesares el gran capitán, fue de los que iniciaron la vía del trique-traca en este enano país, de los que siempre estuvieron donde silbaban los tiros, al igual que Jonás y René Cruz.

Protagonistas, en el más clásico sentido griego, de una tragedia donde el bien y el mal se juntan, y lo trágico es, parodiando a Nietzsche, lo que nos da trascendencia y consubstanciabilidad, los asesinos del poeta Roque Dalton tienen que responder ante la historia.

Aunque no lo saben, las esfinges también hablan.

David Hernández, escritor y periodista salvadoreño-alemán, escribe desde El Salvador

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