lunes, abril 25, 2011

LA TORRE EIFFEL

La torre tiene tres niveles para admirar París. Este es el tercer nivel. El río Sena serpentea alegremente por toda la ciudad

2002 estaba marcado en mi destino para cumplir uno de mis más ansiados deseos: conocer, contemplar, admirar, extasiarme y asombrarme frente a uno de los más impresionantes símbolos de la humanidad: La Torre Eiffel.

Tenía planeado un itinerario pesadísimo para ese viaje, pues recorreríamos cuatro países europeos, pero aún cuando el viaje transatlántico nocturno había sido cansador, al tocar suelo parisino, medio descansamos en un bonito y cómodo cuarto del hotel de la Cité Rougemont, localizado relativamente cerca del área principal del París histórico y monumental.

Luego de atravesarnos la rue de Tivoli y dejar atrás el Museo del Louvre, el cual debo visitar según mis planes, hasta el penúltimo día. Cruzamos el Sena por el Pont des Arts, y ya justo después del museo D'orsay, empezamos a ver en la distancia la famosa punta metálica rascándole la panza al cielo.

Conforme nos acercábamos se nos iba revelando un poco más de la solemne estructura y mi confuso cerebro tenía que soportar una mezcla de espanto, tensión y regocijo al verme próximo a la realización de un nuevo milagro. Antes de llegar nos metimos en un café de esos que abundan en la ciudad Luz; no quería ser sobrellevado por la emoción, y luego del más delicioso sandwich que hasta ese momento de mi vida había saboreado, seguimos nuestra jornada por la Avenida del Monte Picquet, hasta alcanzar el Campo de Marte que nos empezó a mostrar la base del célebre monumento

La fobia que les tengo a las cosas desproporcionadas se fue quién sabe por qué alcantarilla de mi cerebro al estar embebido frente a la colosal obra, una de las más celebradas creaciones del cerebro humano y el más famoso símbolo de París, producto de la imaginación y atrevimiento del ingeniero Gustave Eiffel, que irónicamente es recordado en la torre con un busto pequeño levantado en un podio cercano a una de las bases de concreto antes de acceder a uno de los elevadores.


La perspectiva má hermosa de la torre, desde el monumento del Trocadero

La estructura tiene un peso de siete mil toneladas, una altura de trescientos veinte punto setenta y cinco metros y se usaron dos y medio millones de piezas de hierro en su construcción, y tomó dos dos años y dos meses para la realización del proyecto. Pero lo que me pone al borde de la locura es que esa mole solo ejerce una presión de 250 libras al suelo donde se levanta, mi mente es demasiado poica para percibir esa noción.

La torre la escalamos dos veces: el primer día para saludarla y el último, para decirle adiós.

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