UNA FRUSTRACION ARTISTICA
Amalia posa a la entrada del Museo de van Gogh, hasta este punto te permiten tomar fotos.
En el 2003 hice un periplo inolvidable por Europa, una vez más saltaba el charco con la compañía de mi mujer; nuestra alegría era muy justificada ya que tocaríamos cuatro países: Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Alemania, y un buen número de importantes ciudades, pero para mí había dos ingredientes que hacían más especial este viaje: Vincent van Gogh y Anna Frank.
Yo no soy ningún crítico del arte ni quiero serlo, sin embargo las pinturas de Van Gogh me llevan a un éxtasis, me hacen sentir muy liviano, me transporan a un plano que revuelve mis emociones al punto del llanto (pero no lloro), mis favoritas: La Noche Estrellada y el Autorretrato en el que el gran genio se dibuja con su vendaje cubriendo el lado del cual se acaba de cortar la oreja. Me encanta este hombre cuya obra está intimamente relacionada con su vida personal, la que se quitó tan prematuramente (a los 37 años).
Anna Frank no necesita aclaraciones. La vida de la adolescente cuya historia arrancará lágrimas por siempre a las gentes que tienen el corazón en el lugar correcto, es no sólo extraordinaria y admirable, sino tambié increíble y asombrosa. Qué otros adjetivos se le pueden atribuir a una niña que por dos años pasa escondida con su familia en un ático y escribe un diario en el que de manera admirable describe eventos de la vida cotidiana de dos familias que trataron de sobrevivir la insensatez del Holocausto sin lograrlo (bueno, uno de ellos, Otto Frank, el padre de Ana, sí tuvo esa suerte, si es que se le puede llamar suerte a seguir viviendo con el dolor en el corazón por haber perdido a todos los miembros de su familia enmedio de la crueldad de los campos de exterminio nazi).
En el 2003 hice un periplo inolvidable por Europa, una vez más saltaba el charco con la compañía de mi mujer; nuestra alegría era muy justificada ya que tocaríamos cuatro países: Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Alemania, y un buen número de importantes ciudades, pero para mí había dos ingredientes que hacían más especial este viaje: Vincent van Gogh y Anna Frank.
Yo no soy ningún crítico del arte ni quiero serlo, sin embargo las pinturas de Van Gogh me llevan a un éxtasis, me hacen sentir muy liviano, me transporan a un plano que revuelve mis emociones al punto del llanto (pero no lloro), mis favoritas: La Noche Estrellada y el Autorretrato en el que el gran genio se dibuja con su vendaje cubriendo el lado del cual se acaba de cortar la oreja. Me encanta este hombre cuya obra está intimamente relacionada con su vida personal, la que se quitó tan prematuramente (a los 37 años).
Anna Frank no necesita aclaraciones. La vida de la adolescente cuya historia arrancará lágrimas por siempre a las gentes que tienen el corazón en el lugar correcto, es no sólo extraordinaria y admirable, sino tambié increíble y asombrosa. Qué otros adjetivos se le pueden atribuir a una niña que por dos años pasa escondida con su familia en un ático y escribe un diario en el que de manera admirable describe eventos de la vida cotidiana de dos familias que trataron de sobrevivir la insensatez del Holocausto sin lograrlo (bueno, uno de ellos, Otto Frank, el padre de Ana, sí tuvo esa suerte, si es que se le puede llamar suerte a seguir viviendo con el dolor en el corazón por haber perdido a todos los miembros de su familia enmedio de la crueldad de los campos de exterminio nazi).
Luego de un viaje bastante cansador, casi de un día, aterrizamos en el aeropuerto Schiphold en Amsterdam, y despés de una relativamente corta travesía en taxi hacia nuestro previamente reservado hotel, medio descansamos y corrimos al número 7 de la calle Paulus Potterstraat, al famoso Museo de van Gogh, a presentar nuestros respetos al divino loco.
La verdad que hoy día es un rarísimo lujo encontrar un museo en el mundo que sea dedicado a un solo personaje, cómo no será de grande Vincent van Gogh, que es uno de ellos.
La verdad que hoy día es un rarísimo lujo encontrar un museo en el mundo que sea dedicado a un solo personaje, cómo no será de grande Vincent van Gogh, que es uno de ellos.
Al entrar al recinto, después de comprar los boletos, iniciamos la caminata disfrutando la obra impresionista del gran pintor. Los Vendedores de Patatas (1885, Unica pintura que vendió en vida en genio), The Harvest, La Casa Amarilla y El Dormitorio (1888), varios autorretratos, fotos de familiares (son raras las fotos de Vincent), sketches, cartas manuscritas, etc. Hay también obras de artistas contemporáneos del pintor: Couture, Breton, Rafaelli, entre otros.
Yo contenía la respiración hasta ver mis favoritas, y habiendo recorrido el museo sin encontrarlas, pregunto a la salida a un empleado que en dónde se encontraban las famosas pinturas y me salen con que La Noche Estrellada está en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y el Autorretrato en un Museo de Londres. Con evidente frustración, busqué los ojos de mi mujer y en perfecto salvadoreño exclamé: "Vaya mierda...!"
No hay comentarios.:
Publicar un comentario