Góndolas deterioradas, un carrusel desmantelado, carros chocones y un trencito son sólo algunos de los vestigios de lo que un día fue el Teleférico San Jacinto. Sólo su mención evoca cientos de recuerdos a miles que salvadoreños que residen en el país y para otros tantos que, desde el exterior, quieren saber qué es lo que ha pasado con ese lugar en común.
Desde la cumbre aún se contempla una hermosa vista panorámica de San Salvador y del Lago de Ilopango, pero el sitio ya no es el mismo. La maleza es sólo una de las evidencias del estado de abandono en el que se ha mantenido.
"El reino del pájaro y la nube", como su fundador Antonio Bonilla lo bautizó en 1977 - en alusión al poema Ascensión de Alfredo Espino -, parece dormido en el tiempo. Todo es ahora quietud. Sólo queda el recuerdo del bullicio infantil, de los juegos mecánicos y de aquel tren que recorría la planicie boscosa de ese cerro.
Dos eventos históricos ocasionaron el cierre temporal en 1989: El terremoto de 1986 y el conflicto armado que afectaba al país. No obstante, las instalaciones fueron abiertas una vez más al público en 1996 con el mismo entusiasmo. A muchos les fascinaba subirse a una góndola, para otros el regocijo estaba al llegar a la cúspide. El ratón Chito Pérez, el conejo y Ala Perica daban la bienvenida a los visitantes.
Con el tiempo pasado, el inmueble - formado por cinco propiedades - es un bien embargado desde el 4 de junio de 1999, ante el incumplimiento del pago de dos créditos adquiridos por Teleférico San Jacinto S.A. de C.V. con el Banco Hipotecario. El caso se encuentra en el Juzgado Segundo de lo Mercantil.
La sentencia del primer juicio Ejecutivo Mercantil fue emitida por la entonces jueza de ese tribunal, Armida del Socorro Ramírez de Calles. En ese fallo, del 7 de agosto de 2000, se ordenaba a esa sociedad cancelar seis millones 805 mil 506 colones a la financiera (equivalente a 777 mil 772 dólares) por la obligación adquirida el 27 de febrero de 1998. El monto total del empréstito ascendía a 7 millones 250 mil colones (828 mil 571 dólares).
Desde entonces, el Estado ha intentado vender esos inmuebles para recuperar parte del dinero que el banco nacional ha perdido. En diciembre de 2009, el Juzgado Segundo de lo Mercantil realizó una subasta, pero sólo una persona tocó a la puerta.
"No hubo postores por todos los sistemas, la persona que llegó a pujar lo hizo simplemente por el inmueble donde está el corazón de todo. El sistema teleférico está formado (también) por bienes muebles, maquinaria, ruedas, era un parque infantil", explicó el juez Ernesto Cea, quien también recuerda con nostalgia el haber visitado junto a sus hijos ese lugar, que cerró sus puertas definitivamente hace unos nueve años.
Las propiedades, en teoría, forman parte de los activos del Fondo de Saneamiento y Fortalecimiento Financiero (Fosaffi). Llegó a esta institución mediante una permuta entre el Banco Central y el Banco Hipotecario, que le trasladó la cartera crediticia a cambio de títulos valores. El proceso se realizó mediante decreto legislativo número 537, del 23 de diciembre de 2006, con el fin de garantizar la liquidez de la banca y el apoyo a las Pequeñas y Medianas Empresas.
El gerente general de Fosaffi, Óscar Pérez, indicó que el inmueble es un bien embargado que todavía no es propiedad de la institución que él dirige. "Si él (posible comprador) termina de formalizar la operación en el juzgado donde se hizo la subasta, se le va a trasladar a él, pero si no termina de formalizar, el Fosaffi pediría la adjudicación, entonces, hasta ese momento pasaría a formar parte del Fosaffi".
SIN RETORNO
Se concrete o no la compra, el Teleférico no volverá a ser lo que un día fue. El interesado en el inmueble, situado en la cumbre del extinto parque de diversiones, lo utilizaría "para fines personales, una vivienda y no tanto turístico como es la vocación. La persona que lo adquiere decide libremente que hacer con él", explicó Pérez.
De no realizarse la venta, el Fosaffi solicitaría la adjudicación, aunque esto no significaría una esperanza para quienes aún esperan la reactivación de la infraestructura.
"La primera opción es venderlo a quien tenga capacidad, pero si no hay esa facilidad o por las condiciones económicas no se puede, habría que buscar otros mecanismos, otras modalidades, para que el Estado pueda promover que se utilice productivamente", expresó.
Aunque en el pasado han habido intentos fallidos de compra, Pérez considera que la reciente crisis económica habría minado el interés de muchos, por lo que desde el Fosaffi trabajan en la elaboración de una política que incluya "nuevas figuras alternas al financiamiento, que se le puedan dar a través de los bancos, a las personas que estén interesadas".
En tanto, el juez Cea asegura que el paso a seguir está en la cancha del Fosaffi, que deberá hacer la petición del caso para darle seguimiento.
Si no se encuentra ningún comprador, la propiedad podría pasar a manos de Fosaffi, que buscaría otros mecanismo de venta. Un escollo más lo representan los impuestos municipales que se le deben aún a la alcaldía de Soyapango por el funcionamiento del parque de diversiones.
Con todo este panorama, el otrora icono de la modernidad de la ciudad de San Salvador ha quedado reducido a un ruinoso espacio, en el que el óxido ha comenzado a devorar las máquinas y la maleza a ocultar los senderos. Aunque los recuerdos perduren...
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