martes, noviembre 27, 2012

EL CORAZON BLANCO DE LA NEGRA ALVAREZ


Elena Margarita Álvarez de Martínez (Negra Álvarez) cumple 45 años de trabajo artístico. Cultiva la pintura, escultura, instalación y fotografía. El camino no ha sido fácil cuando de romper esquemas se trata

OMÁS ANDRÉU TWITTER: @TOMAZS_ANDREUMartes, 27 de Noviembre de 2012
De Santa Ana saltó a Europa. Conoció la academia y su contraparte. Los dos ámbitos —confiesa la creadora— la dejaron confundida. Su primera obra está registrada en 1967, pero fue hasta 1981 cuando hizo su primera exposición.
Su nombre en la escena artística de El Salvador —y de la región latinoamericana— es Negra Álvarez y está celebrando 45 años de trabajo artístico.
El nombre Elena Margarita Álvarez de Martínez lo deja a uno con cara de duda, pero si escucha Negra Álvarez el asunto cambia radicalmente. ¿Cómo surgió "Negra Álvarez"?
Mi hermana nació blanca, rubia y de ojos verdes. En el siguiente año del mes de abril nací yo: morena, ojos y pelo negros. Desde que nací me dijeron "Negra". El nombre no lo escogí yo, fue circunstancial. Se lo debo a mi hermana. La gente siempre tiene curiosidad y pregunta, "¿quién es Negra Álvarez?" La verdad es que mi nombre es Margarita de Martínez. La gente llega a mi casa y dice, "cuánta obra de Negra Álvarez". Y yo les digo, "sí, es una gran artista" (ríe). No me gusta que digan "la Negra Álvarez". Me gusta "Negra" como nombre, tanto así que he querido legalizarlo, pero no lo he podido hacer porque me dicen que "Negra" es un adjetivo.
Usted nació en Santa Ana. En San Salvador predominaban los estudios en arte. ¿Cómo impulsó su talento artístico?
En Santa Ana había una profesora que se llamaba Luz Salgado. Ahí fue Roberto Galicia, Simón Magaña. Fue un montón de gente que le gustaba dibujar. Pero yo creo que el artista nace con cierta sensibilidad. Le atraen ciertas cosas. Hay un deseo de dibujar, de pintar. Creo que uno no tiene conciencia que va a ser artista. 45 años después, yo pienso que ha sido una suerte poder dedicar mi vida al arte. Por primera vez yo me doy cuenta del camino que he llevado. Jorge Palomo (es el curador de la exposición "De frutos sagrados y protestas de la Tierra") hasta a mí me ha hecho ver una serie de cosas que no había visto. Las obras están ligadas a los momentos que he vivido. Reflejan los momentos en que la academia fue importante para mí y cómo me liberé de ella. La academia es importante, pero tiene que venir una etapa de liberación, de quitarse lo académico.
¿Y cómo se liberó usted de la academia?
Estudié en una escuela antiacadémica en los años 60, en Bélgica (en el Instituto Saint Luc de Bruselas. También estudió en la Academia de Bellas Artes de Lovaina). Regresé en 1970 y estuve muy relacionada con el Centro Nacional de Artes (Cenar). Estudié con Benjamín Saúl (del año 1970 a 1972) la figura humana y pintura con Carlos Cañas. Fue hasta 1981 en la que yo hice mi primera exposición (a pesar que su primera obra está fechada en 1967 y es un bodegón que refleja su atadura: la academia). Yo regresé confundida de Europa. No crea que regresé creyéndome la gran pintora.
¿Y qué la confundió?
Es que absorbí tanto en Europa. Yo no llegué con formación en artes. Llegué ignorante. La formación académica y antiacadémica me confundió. Pasaron 10 años (de 1970 a 1980) para que yo considerara mi obra como mía. Luego empiezo a seguir una línea que va evolucionando de acuerdo a las etapas de mi vida. Fíjese que creo que mi obra es de mujer...
Entiendo. ¿Pero en el discurso pictórico se refiere a qué exactamente?
A la maternidad, porque como mujer la viví como tal. Por ejemplo, Julia Díaz trabajaba con niños (tristes, pobres, etc.). En cambio, yo me acerco y enfoco en los niños de otra manera. No en una maternidad dulce, sino a lo que conlleva la maternidad: responsabilidad, dolor...
Con su obra tampoco le ha ido fácil...
Mi obra ha tenido muchos cuestionamientos, muchos rechazos y mucha aceptación...
Empecemos por los cuestionamientos y rechazos...
Las críticas venían de los mismos artistas y hasta los compradores de obras y coleccionistas. No les gustaba. Mi obra en lámina de zinc nadie se atrevió a ponerla en una casa. Mi obra fue cuestionada y se preguntaban si era válida, si era decorativa o si tenía algún trasfondo. Incluso las galerías me cuestionaron. Mis últimas cinco etapas artísticas, las galerías no me las expusieron. Yo he expuesto en otros lugares y no ha sido una obra comercial.
Mario Vargas Llosa habló bien de su obra. Se nota que sí le gustó.
Sí, tuve buenas críticas de parte de la gente que escribía: Ricardo Lindo, Luis Salazar Retana, Ástrid Bahamond, Bélgica Rodríguez (crítica de arte e historiadora de Venezuela) y Mario Vargas Llosa. Así como hubo mucho rechazo a mi obra, hubo aceptación de otra gente. Eso me animó. Llegó un momento en el que me dije: voy a hacer lo que me dé la gana.
¿Cómo se logra esa certeza estética-discursiva para decir "me iré por este camino y me vale lo que piensen los demás"?
No creas que a mí se me ocurrió como gran cosa. Antes de regresar a El Salvador, hubo una exposición de extranjeros en Bélgica y creí que yo era la gran cosa y que mi obra era valiosísima. Fui a la exposición y busqué mis cuadros porque mandé como cinco. Al llegar me dijeron que no los expusieron porque no estaban bien. Fue duro. Eso me impactó. Ahí mismo me dije: "Voy a exponer hasta que yo sienta mía mi obra". Mientras tanto, yo seguí en el proceso de aprendizaje. Es que el arte es tan profundo. Hasta que tenía unos 30 cuadros empecé a buscar dónde exponer. En las galerías me decían que no porque yo no era conocida. Fue Janine Janowski (fallecida recientemente) quien me dijo que expusiera en galería Laberinto. Siempre se lo voy a agradecer, porque ella fue la que me hizo mi primera exposición individual con 36 piezas. Mi obra no le gusta a la gente, pero uno tiene que hacer lo que quiere ver realizado.
¿Por qué afirma usted que su obra no le gusta a la gente?
Porque yo no he vendido nada en los últimos 10 años. Mi obra no es algo que guste para poner en la pared. No es una obra comercial aceptada, pero yo soy muy feliz con mi obra.
¿Y no será que los consumidores de arte en El Salvador son conservadores?
Yo creo que sí. Hay otro cosa que me pasó. En mi primera exposición tuve éxito, pero llegó un momento en que no iba a seguir haciendo eso. No me motivaba. En la exposición que le menciono, vendí todo. Carlos Cañas se me acercó y pensé que me iba a felicitar. Pero aprendí mucho de lo que me dijo.
¿Y?
Me dijo que si quería pintar trapos que los pintara, no que los pegara. Yo pegaba trapos en mis collage. El trapo de textura, movimiento. Lo que él quiso decirme es que pegar trapos no era el reto artístico. Entonces dejé de pintar collage.
¿Y qué no le gusta a Margarita de Martínez de la artista Negra Álvarez. O viceversa...?
Hay más cosas que no le gustan a Negra Álvarez de Margarita de Martínez.
¿Por ejemplo...?
No me gusta esa vida diaria de compromisos de Margarita de Martínez. Estoy en una serie de responsabilidades que quizás uno no escogería. Como Negra Álvarez soy yo. Negra Álvarez se ha rebelado a Margarita de Martínez, pero esta última sí acepta totalmente a la artista Negra Álvarez.

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