Desde el avión se visualiza su pobreza. El color verde de su naturaleza se antoja amarillo dependiendo del estado de ánimo, que normalmente es alegre, especialmente cuando no se ha visto por cosa de mese.
Su pedacito de Oceano Pacífico, siempre juguetón, se ha olvidado de la basura que le ha llegado luego de una Semana Santa activa, de los ahogados que se ha tragado, incluyendo a mi s amigos Mauricio Menjívar y Roberto Canas Rueff; ya no recuerda el sudor de los pescadores que a diario van a buscar la vida, y a veces a perderla en sus entrañas, y pareciera que saluda con sus ondas abiertas, a los que en categoría de hijos pródigos, regresamos al terruño en oleada más fuerte que sus olas...
Y el encuenro con su calor y su gente y sus vendedores de billetes de lotería sugiriendo hacerte millonario de la noche a la mañana, no se hace esperar.
Tampoco se hace esperar mi doble cuidado con la catocha, por las de hule.
Regresar a la tierra amada, amigos, es la ilusión de volver a la entraña materna, es la certeza de enfrentar la cuna y el ataúd, es risa y llanto, es vida y muerte en una bola en picada.
Nada se parece más a la felicidad pura, que detenerse en el camino a tomarse una agua de coco en estopa y hablar con la bichita que casi se rebana el dedo gordo cuando le mete la cuma bien afilada al coco.
Y abrazar a los hermanos y llamar a los amigos, y contemplar ese cielo poblado de nubes blancas que semejan ilusorios países de más allá de la gloria.
Qué bonito es ver la patria...cómo amo regresar a El Salvador!
1 comentario:
Bienvenido Fredy
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