viernes, febrero 08, 2008

LA VIDA Y SUS MISTERIOS

Medio cansado del trajín del día me tiro del carro y al llegar a mi casa veo con sorpresa que la puerta estaba medio abierta. Por un momento medito si habrá pasado el día entero así o si mi mujer o mi hija pudieron haber llegado más temprano y olvidaron cerrarla. Mando al aire un silbidito de familia y me responde otro que me señala que mi mujer está ya en la segunda planta.

Un poco sacado de onda le riño por la negligencia y simultáneamente pienso para mi coleto "no es la gran cosa, hay casos en que gente ha dejado cocinas encendidas y se han incendiado cuadras enteras", y seguí mi rutina.

-Hey, apurate vamos al banco rápido que tengo que ver al oftalmólogo a las cuatro y media vos!
-OK, vámonos, solo dejame ver si llevo el número de la cuenta -esculca en su cartera y luego exclama-, sí, aquí va, monós!

Al salir del banco se me antoja un sorbete del Coldstone. Estando en la sorbetería cabilando sobre el sabor que prefiero suena mi celular, es una Jackie, quien llama del Kaiser anunciándome que debido a una emergencia el oftalmólogo tiene que cancelar la cita y la reprogramamos para el próximo miércoles.

Medio aliviado porque este chequeo implica que me estén jurjuniando los ojos por al menos media hora y salir medio ciego de tanto fogonazo, nos calmamos con mi mujer y decidimos regresar a casa a cenar temprano.

En estas me dice en tono dubitativo:

-Mirá, hablando de cenar, fijate que no recuerdo haberles apagado el fuego a los frijoles hoy que salimos, vos...

-¡No jodás!, ¡La vieja, apurémonos!

Diez minutos más tarde llegamos a la casa que estaba atosigada de humo blanco en su interior y con el detector de humo ululando a lo que daba; el pobre gato echadito enmedio de la sala y nos saluda con una mirada de alivio al vernos entrar; corre mi mujer a la cocina que apesta a cosa chamuscada, apaga los quemadores de la estufa y yo corro a abrir puertas y ventanas para darle escape al asfixiante humo.

Algo en mi cerebro me obliga a tratar de descifrar el misterio de la conexión entre lo que había pensado una hora hora antes y lo que pasó después.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal cundo pienso en qué hubiera sucedido si el oftalmólogo no cancela la cita.

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