Con nosotros viajaban nuestros buenos amigos Jesús y Gloria Posada, también de El Salvador, quienes en un par de ocasiones se nos han unido en estas aventuras haciéndonos más liviana la carga de estress, porque viajar de plano que es estresante.
En un momento del trayecto en la mitad de ninguna parte, me dice Jesús un poco intrigado "Mire chero, fíjese que yo creo que en los últimos diez o quince minutos hemos estando dando vueltas por el mismo lado..." Mi mujer le hizo la segunda: "Sí, fijate que hay unas ramas de unos palos que siento que las he visto ya varias veces". Yo, un poco agobiado por el cansancio y medio ahuevado por no haberme percatado a tiempo, di gas al carro por unos cinco minutos más hasta que me convencí que, en efecto, había estado pendejeando de barato veinte minutos en el mismo lugar. De nada nos servía el mapa en ese momento porque no había visibilidad para identificar los nombres del mapa con los lugares por donde pasábamos.
De pronto, al hacer un medio alto en un "roundabout", apareció a nuestro lado derecho un carro que nunca advertimos que se hubiese acercado, jamás vimos luces por el retrovisor, ni oímos ruido de motor, ni nada: solamente apareció. En el momento que lo vimos, nos medio alegramos pues sentíamos la deguridad momentánea de una compañía de alguien que conociendo el area, nos diera direcciones precisas para Cardiff. Lo manejaba una mujer que viajaba sola por aquella oscurana.
Le pité para llamar su atención y le preguntamos cuál era la ruta a Cardiff. Apuntó sacando la mano del carro hacia una dirección, le agradecimos y seguimos nuestra marcha. Como ella tomó una ruta contraria a la mía, me sacudió un poco el hecho de que no vi ni luces traseras ni nada del carro conducido por la mujer.
Por aproximadamente veinte minutos ninguno de los cuatro dijo palabra alguna. Algo había en el ambiente que nos impedía mover las mandíbulas, hasta que Jesús rompió el hielo y me preguntó: "Mire chero, ¿Y Ud le vio la cara a esa vieja?", a lo que repliqué "fíjese que no manito", acto seguido tanto Gloria como mi mujer repitieron con asombro que aquella mujer nunca enseñó la cara. Para no alarmar me guardé para mí que también el carro había desaparecido como por arte de magia, así como apareció.
Yo no creo en supercherías ni cosas por el estilo, pero sin mayores análisis puedo afirmar que aquella noche en Gales, nos había aparecido la Siguanaba, una Siguanaba muy peculiar que no necesitó un "palo de amate", que manejaba y que nos hizo un gran favor...una Siguanaba británica.