Cuando en marzo de 1986 yo cruzaba por primera vez el Puente Golden Gate manejando un carro que solidariamente me había hecho el favor de prestarme mi amiga Mallorie Baron, toda mi capacidad de asombro e incredulidad se agolparon en mi cerebro y hasta este día no entiendo cómo crucé aquella araña metálica patas arriba, sin provocar un aparatoso accidente.
Algunos datos de esta mole: El ingeniero Joseph Strauss presentó los planos originales a las autoridades de California en Sacramento, las que dieron su aprobación hasta en 1928, creando el Golden Gate Bridge, Highway and Transportation District. La construcción se inició en enero de 1933, habiéndose abierto al tráfico el 27 de mayo de 1937.
Por el cruce del puente viniendo de norte a su no se cobró peaje sino hasta en 1968, y para 1976 se empezó a pagar un dólar. En 1983 el puente se cerró por tres horas y media debido a vientos de 75 millas por hora que lo azotaron. Según estadísticas, en febrero de 1985 ya habían cruzado vehículos por el puente un billón de veces.
En 1986 se instalaron las luces decorativas porque yo me vine a vivir a San Rafael y lo pasaría seguido☺
En mayo de 1987, con ocasión de la celebración del 50 aniversario del Golden Gate, unas trescientes mil personas lo caminaron, creando pánico en el mundo pues el peso era tal que se temió que sus cables se reventaran y se prdujera la peor catástrofe en la historia de la humanidad.
Hoy día el precio del peaje ha alcanzado los seis dólares que yo pago con mucho gusto una o dos veces por semana. Y es que ver el símbolo principal de San Francisco y uno de los íconos de poder de Estados Unidos, no estaba en mi agenda de vida ni remotamente. De pronto la vida me había enviado por una ruta que no solo significó la conexión entre la ciudad de San Francisco y el condado de Marín, sino un renacimiento personal, ya que aquella visita significó en primer contacto con una tierra cuyas gentes me darían cobijo en los días de frío que por aquellos día pasaba con mi familia.
Ahora recorro manejando este puente ya no con carro prestado, y sin la angustia vital de la primera vez. Sin embargo el asombro, la gratitud y mi silenciosa bendición para esta linda estructura, siguen intactos como en la primera vez ya que cruzar el Golden Gate hizo una radical diferencia en mi vida, y por eso yo amo este puente que no solo simboliza un milagro arquitectónico para el mundo sino un milagro arquitectónico para mi propio mundo.
FELIZ CUMPLEAÑOS MI PUERTA DE ORO...!
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