viernes, octubre 25, 2013

RECORDANDO A LIL MILAGRO RAMIREZ, PARTE III

PERFIL 

Poeta revolucionaria, egresada de Derecho de la Universidad de El Salvador
- Vegetariana
- Tocaba guitarra y piano
- Lectora asidua
- Nació el 3 de abril de 1946
- Estudió la secundaria en el Instituto Cervantes
- Clandestina desde 1971
- Capturada en Sonsonate en 1977 en una casa de la Resistencia Nacional
- Hay un poemario de ella publicado en el 2003 por el Departamento de Letras titulado “Del Hombre del tiempo y del amor”
- Algunos documentos recuperados son cartas de toda su militancia, correspondencia en la clandestinidad, cartas y reproducciones de éstas que transcribía a máquina, fotografías, etc.

Aquí la tercera y última parte de su carta a su padre en la que declara su amor por su familia, su pueblo, y su lealtad a la causa revolucionaria.


Y es que verdaderamente la revolución es una guerra entre ricos y pobres, y uno debe decidir al lado de quién va a estar, no hay términos medios, hay que luchar contra los fusiles y las armas y eso únicamente puede lograrse levantando al pueblo de su postración y demostrándole que hay un camino para vencer, pero sólo puede lograrse estando en el pueblo no desde de afuera, no protegido uno, sino sufriendo con ese mismo pueblo, viviendo como él vive, comprendiéndolo desde adentro, siendo parte suya para que cuando un revolucionario que ha pertenecido a la clase burguesa le diga al pueblo: hay que luchar, este pueblo le crea, porque lo ve junto a él exponiéndose de igual forma y no de lejos acorazado en sus privilegios de clase. Por eso estoy aquí, que no te duela padre tener una hija revolucionaria, que no te importe la crítica de esa sociedad que explota a los pobres, piensa que los 25 años de tu vida que tú entregaste a una lucha en la que creías, tienen su fruto en mí, que tú hiciste lo que correspondía a tu momento histórico que yo no hago más que ser tu heredera, que continuar una lucha que aprendí a querer a través de ti.

Tú quizás no sabes lo orgullosa que yo me sentía cuando en un mitin o una manifestación se me acercaba alguien que estaba allí luchando como yo y me preguntaba con asombro: ¿Es cierto que tú eres hija de Chepe Ramírez? Y comenzaban a hablar de ti, de tu valor, de lo mucho que te conocían por tus rebeldes posiciones jamás nadie me dijo de ti, que te hubieras acobardado y cuando me identificaban como hija tuya me decían que tenía yo razón de ser como era, esa es tu obra en mí. ¿No pensaste nunca que tenías junto a ti un testigo de tu comportamiento y que yo iba a querer dar testimonio de ser digna hija tuya? Pues era así.

Yo se que a raíz de incidentes familiares de hace muchos años tomé para contigo una actitud hostil, que me cerré y que jamás te he hablado como hoy, porque a pesar de todo, mi madre, noble como es, nunca permitió que te guardáramos rencor, y el cariño que tú como padre te habías sabido ganar jamás decayó en mi corazón. Cierto que te juzgué, que te critiqué, que tal vez inconscientemente creí que no debía demostrarte admiración, pero uno madura y comprende que no hay hombres sin errores, y ahora, de ti lo que queda en mi corazón es la nobleza que siempre has tenido, el optimismo y la alegría que te han caracterizado y que yo he heredado indudablemente, has sido un padre lleno de comprensión y de ternura, siempre quisiste respetar nuestra libertad y cuántas veces debes haber intervenido para que mamá nos comprendiera mejor y no se dejara llevar solamente por su inconmensurable cariño materno; y cuando yo me venía, a pesar de que no fui sincera contigo -y por eso esta carta en que quiero que me conozcas mejor- no me hiciste el mínimo reproche, a cambio de eso, me dijiste que pasara lo que pasara mi madre y tú estarían siempre ahí, dispuestos a acudir a mi llamado. A pesar de que he llorado un poco escribiéndote, me siento en paz con mi conciencia, posiblemente ahora queden claras muchas cosas mías, quizás me comprendas mejor y puedas hacer menos insoportable el sufrimiento de mi madre por saberme lejos.


He sabido que a raíz del juicio farsa que se sigue en los juzgados, Yolanda Pineda se ha dado a la tarea de decirle a todo el mundo que ella puede conseguir un abogado que por una buena cantidad de dinero (que debe ser astronómica) se haría cargo de mi defensa judicial, aquí quiero pedirte un favor, no vayas a contratar abogados, ni menos lo que ella te proponga, porque tendrías que pagar un dineral inútilmente, y lo que es peor, porque iría contra mis actuales principios, cuando uno se ha declarado contra una sociedad que sabe injusta, no puede admitir hacerles el juego y yo que soy abogado infieri, y que no quise doctorarme en señal de protesta a esa sociedad burguesa, sé la farsa que significa un juicio amañado por los intereses del gobierno. 


Por otro lado, defenderme de la acusación de ser revolucionaria es, en cierto sentido, negarlo, y no quiero que hayan equívocos ni ante el pueblo ni ante nadie, estoy consciente de mis actos, y soy responsable de mi conducta revolucionaria, sólo el pueblo y la historia pueden ser los jueces en este asunto, por lo tanto, espero que no vaya a pasarme lo que a algunos compañeros, que su familia les ha puesto defensor pensando que ellos lo desean así, por eso te lo pido directamente, deja que se levante ese teatro, que me calumnien cuanto quieran en su prensa vendida y me hagan aparecer como vulgar delincuente, yo sé que no lo soy y me dolería ver que se confunde la opinión pública, ya que si los revolucionarios salimos defendiéndonos al estilo de la justicia que combatimos por falsa, y evadimos nuestras responsabilidades aprovechando los privilegios de esa sociedad contra la cual luchamos, ¿quién va a creer en nosotros y en nuestra lucha? No es por medio de la “justicia” burguesa que van a resolverse los problemas del hambre y del subdesarrollo.

Que no te duela a ti ni a mi madre verme señalada por quienes son los verdaderos culpables de esta guerra, por los que durante las audiencias judiciales, exigen justicia y al salir de ellas, ordenan a la guardia que torture y asesine. Lo que si te prometo, es que no voy a traicionar a la revolución, que primero quiero morirme dignamente que ser traidora de esta causa popular. Aunque yo sé que sin mi firma, difícilmente podría presentarse un defensor, pienso que puede hallarse alguna manera de hacerlo –¿ya ha sucedido no?- por eso creo que es mi deber aclararte este punto, porque de seguro que ustedes estarán sumamente preocupadas por encontrar la forma de demostrarme su angustia y su interés, y pueden los leguleyos convencerlos que hay que hacer algo al respecto.

 Si quieren ayudarme, ya habrá otra forma, sería necio negarte que una ayuda económica me sería enormemente provechosa, porque como comprenderás, este no es un lecho de rosas, la vida de un profesional revolucionario está llena de sacrificios, como lo está la vida de esos pobres por los cuales uno está luchando. Pero, si no están en condiciones de eso, despreocúpense al respecto, el pueblo es generoso y aunque pobre, sabe compartir lo poco que tienen.


Me doy cuenta que no te he dicho como me encuentro y de seguro que se preocupan por eso, en lo personal estoy perfectamente bien, ni desequilibrios físicos ni trastornos nerviosos de ninguna clase, no se preocupen, pues, por mi salud.

Bueno papi, por hoy es bastante, que Dios los bendiga siempre y que lo que he podido decirte les sirva en algo para tranquilizarlos o al menos para comprenderme un poco mejor. Te incluyo un poema que escribí para tí, en el día de tu cumpleaños, espero que te guste y te demuestre una vez más lo mucho que te quiero y te admiro.
Te besa tu hija 
Lil

LO QUE TE DEBO A TI
Y llegarán tus nietos a besarte,
Y llegarán tus hijos
Para rodear la mesa que presides,
.... y habrá un puesto vacío...

En una cualquier calle de la ciudad,
Sonriente como siempre
Caminarás así, como despreocupado.

Este día no tengo más que darte
Si no un dulce recuerdo,
Si acaso estas palabras
Tal vez un muy lejano pensamiento,
Y sobre todo padre déjame agradecer
Que me enseñaste a amar la libertad
Y a respetar al pueblo,
De aquel tu noble corazón brotó sin duda
Esta chispa que ahora sin duda me consume
Y tu voz proclamante
Despertó para siempre mi conciencia

Tú que fuiste rebelde a tu manera
Que conociste el sacrifico de la entrega,
Que sufriste la violencia de cárceles y exilios
Me has hecho comprender
- aunque tú no lo sepas-
que todo el sacrifico del pasado
está exigiendo un hondo compromiso
y en mí tu sangre renovada
se desborda impetuosa
y reconoce su destino 

Noviembre/14/70.

RECORDANDO A LIL MILAGRO RAMIREZ, PARTE II


Lil Milagro Ramírez, Hayde, fue una miembro clave de la lucha revolucionaria en El Salvador. Su ideología y la conciencia revolucionaria le hicieron abandonar el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP después del asesinato del poeta Roque Dalton, el 10 de mayo de 1975. El mismo día Lil Milagro Ramírez fundó el movimiento militar Resistencia Nacional, RN, con la colaboración de Ernesto Jovel, Eduardo Sancho, Julia Rodríguez y otros. El brazo armado del RN fue la Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional, FARN .

En adición a una nueva dinámica para el intelectual tradicional, Lil Milagro Ramírez introduce género en la ecuación de la radicalización. Su testimonio de fuerza, coraje y rebeldía frente a la tragedia inminente es una alegoría de la juventud de la clase media, que se unió al movimiento .


No sólo ella desafía los roles de género de machismo, la domesticidad y la aquiescencia general de la mujer, sino, sin proponérselo, reprende a quien no siguen sus convicciones. Sus convicciones no solo vienen de su investigación académica , sino también de las enseñanzas de sus padres. Por otra parte , su comprensión de la opresión histórica latinoamericana y su capacidad de articular a un público más amplio fue una luz de guía para muchos que se uniieron al movimiento revolucionario salvadoreño en esos días.

Sabiduría pupular

Aunque Lil fue una escritora voraz durante la revolución, este análisis se centra en su viaje hacia una conciencia radical, que es evidente en la carta que le escribió a su padre en el verano de 1971, de la cual publicamos la parte dos.



Yo volví en julio del 69, en octubre formaba ya parte de la dirigencia de la juventud a la cual habíamos entrado un buen grupo de los antiguos social cristianos de la universidad, con el fin de hacer del partido un instrumento al servicio de la causa del pueblo, conscientes de que en la actualidad no lo era, pero, con la esperanza de transformarlo desde adentro.

Estaban próximas las elecciones, nuestra tesis por entonces, era que el partido no se debía prestar a un juego electoral, ya para entonces la venda se había caído de muchos ojos y se criticaba en forma abierta a la guerra. Hubo en el partido un seminario pre eleccionario y ahí peleamos porque el partido se pusiera en posición combativa, recuerdo que la juventud tenía claro que por la vía eleccionaria no iba el pueblo a llegar al poder en este país, sin embargo, aún teníamos miedo de afirmar que se debía buscar otro camino y mucho menos de decir que la vía armada era la solución para América Latina, como lo estaba siendo en el Vietnam y como lo había sido a través de toda la historia; y cuando se nos planteó la pregunta de si el partido no estaba formado para buscar el poder por medio de las elecciones, para qué debería servir, comenzamos a ser débiles, y al fin la solución que se tomó fue un poco rara: antes que luchar por nuevos éxitos electorales deberíamos luchar por adquirir poder social, esto es, por buscar apoyo popular, organizar al pueblo, concientizarlo despertarlo y no engañarlo diciéndole que con una votación ganaría el poder.

Y si acaso, en una votación se lograba algo, el ejército llegaría a un golpe de estado y por las armas impondría de nuevo la dictadura militar como es su costumbre. Dijimos que las elecciones deberían aprovecharse como tribuna del pueblo para decir las verdades y no como medio para llegar al poder, y así nos embarcamos. Un nuevo error, el partido estaba empapado hasta la médula del sistema eleccionario, las elecciones eran su principio y su fin, su factor aglutinante y su espina dorsal.

A pesar de todo nos creímos capaces de hacer algo más, y confiamos en que estando organizados podríamos llegar al pueblo y hablarle, despertarlo y hacer que comenzara un proceso revolucionario, pero no contábamos con las limitaciones naturales de nuestro radio de acción, no previmos que cuando se entra al juego electoral todo lo demás carece de sentido, y que al optar por las elecciones estábamos admitiendo el sistema “democrático” de estas sociedades burguesas y renunciando automáticamente a cualquier otro medio de lucha, y dándole al gobierno la oportunidad de fingir que éramos un país libre y democrático, en donde la oposición tiene “derecho” a competir en procesos electorales y a ser derrotada por el voto popular, permitimos una vez más que ellos pusieran en juego su mecanismo de fraude electoral y volvieran a ganar amparados en una falsa legalidad.

A las tres semanas de campaña política a la que nos entregamos con el entusiasmo propio de la juventud, habíamos perdido nuestra orientación, sólo se trataba ya de ganar, los días que siguieron fueron absorbentes y nos obnubilaron por completo en medio de la campaña, creamos el movimiento femenino, esto desvió más nuestra atención (al menos en lo que a mí respecta) y como tuvimos un éxito inesperado, nos lanzamos a esta tarea con mucho entusiasmo, creyendo que algo podía lograrse en el futuro, organizando a la mujer políticamente, pero olvidábamos que la estábamos organizando bajo un pequeño partido burgués y no revolucionario. La realidad de un derrota innegable y rotunda nos hizo caer de golpe y porrazo en la realidad, ese golpe nos llevó de nuevo a la reflexión, y lo que pensábamos antes se hizo más maduro y definitivo.

En Semana Santa la juventud tuvo una reunión y allí nos sinceramos bastante, si seguíamos en el partido, las cosas iban a ser siempre iguales, estaríamos toda la vida preparando elecciones y perdiendo el tiempo y dejando que el oportunismo y la demagogia que estaban a la orden del día prostituyeran nuestra labor que por otra parte era inútil para la revolución, no era en un partido burgués donde iba a comenzar el proceso revolucionario, porque sus dirigentes eran de ideología pequeño burguesa y le hacía el juego al gobierno, eran oposición mientras no llegaran al poder, pero una vez en él, no estaban dispuestos a realizar los cambios profundos que una revolución exigía, porque eso iba contra sus propios e intereses personales.

De nuevo comenzamos a pensar que era otro el camino, pero esta vez, el grupo era más reducido, y teníamos además que afrontar la realidad cara a cara, en el país no había una verdadera vanguardia revolucionaria, tenía que crearse a partir de cero, una organización de izquierda que le sirviera al proletariado y que fuera capaz de desarrollar nuevos métodos de lucha, en esto no éramos nada originales, Guatemala habría llegado a esa conclusión hacía casi 10 años y los demás países de Sudamérica, con Uruguay a la cabeza, andaban por el mismo camino. Nuestra propia experiencia nos lo señalaba ahora, el enemigo de clase era poderoso y tenía un ejército y armas que no dudaba en usar contra el pueblo y no era ciertamente con las manos vacías y el pecho al descubierto como la revolución triunfaría y llegaría al poder, comprendimos que las clases económicamente poderosas estaban en pie de guerra contra el pueblo desde hacía muchos años, robando y explotando al amparo de las armas.

No me digas por favor que tú no llegaste nunca a esa conclusión porque mentirías, si crees que yo no te he admirado toda la vida por tu idealismo y entrega a la causa del pueblo te equivocas, nadie como yo para beber tus palabras, aprovechar tu experiencia y seguir tu ejemplo. Yo era sólo una adolescente, tenía apenas 14 años cuando te vi desesperarte porque veías que la Junta Revolucionaria que había llegado al poder iba a ser derrotada, tú siempre nos hablabas a la hora de las comidas de lo que ocurría en la política y recuerdo que nos dijiste que habías llegado hasta el despacho de Fortín Magaña y le habías advertido que sino se armaba a un sector del pueblo y tenía en la Junta un poder militar que la respaldara, poco iba a durar la luna de miel para el pueblo, y tenías toda la razón, de nuevo el ejército hizo de las suyas y el pueblo desarmado y el gobierno revolucionario, indefenso, fue apartado del poder que tantos sacrificios y vidas valiosas le había costado obtener, tan fácilmente como uno se quita una hormiguita del cuerpo. Un poco más adelante, todavía lleno de ese idealismo que te ha hecho exponer la vida una y otra vez, escribiste una carta abierta al ejército, haciéndolo responsable de la represión y del futuro del país.

jueves, octubre 24, 2013

RECORDANDO A LIL MILAGRO RAMIREZ, PARTE I

El pasado 17 de octubre se cumplieron 34 años, del asesinato por parte de las fuerzas represoras de la tiranía militar, de Lil Milagro Ramírez, una de las intelectuales revolucionarias más celebradas de la historia de nuestro país. 

Inteligente, revolucionaria y poeta, la malgama perfecta para establecer un cambio en la vida social de un país que, como El Salvador, urgía de los líderes que lo implementaran. A 34 años de su martirio, el cambio sigue igual de urgente.

Aquí, la carta que la poeta le enviara a su padre, explicándole las razones por las que se lanzó en cuerpo y alma a la lucha revolcionaria y el clandestinaje. Un documento de trascendencia en la historia del país.

Lil Milagro Ramírez en su graduación de bachiller del Instituto Miguel de Cervantes de San Salvador

Agosto de 1971
(carta manuscrita) I Parte

Querido Padre:

¿Con qué palabras puede una hija que sabe el sufrimiento de sus padres dirigirse a ellos? ¿Con qué derechos? Y sin embargo, yo sé lo noble que son ustedes y no dudo que en el fondo de su corazón me han buscado mil excusas, han querido justificarme, se han desesperado por comprenderme y analizar mi proceder a partir de aquel 25 de julio en que tú me viste abordar un avión cuyo destino ignorabas.

Tengo en contra mía que en los últimos años muy poco nos comunicamos directamente, yo fui sufriendo un proceso de maduración política y personal del que ustedes sólo vieron algunas manifestaciones y aquella mi decisión que entonces debió haberles parecido repentina y que no parecía guardar relación alguna conmigo no era más que la búsqueda de un camino que hacía bastante yo había presentido, el camino de mis ideales, de mis principios; porque ya no puedo, padre, ser hipócrita conmigo misma, y cuando me convencí plenamente de que en América Latina hacía mucho que había comenzado a librarse una batalla a muerte en contra de la opresión, la explotación y el imperialismo, y cuando me di cuenta que mi país, lejos de ser la excepción, sufría en carne propia ese miserable destino, me sentí profundamente responsable.

A mí la vida me había dado tanto, un hogar, una inteligencia, unos padres que me formaron moralmente y me pusieron en el camino de la cultura y la instrucción, que me enseñaron a amar la verdad y la justicia, que me demostraron que no son el dinero ni las comodidades materiales lo que forja a una persona, y una conciencia que me indicaba un camino a seguir, ¿podía yo dar la espalda a todo lo que predicaba? Definitivamente que no. Cuantas veces en la universidad, en mis artículos, en los mítines, en los programas de radio y en las conversaciones personales con los demás no dije que había que luchar, no reconocía que Camilo y el Che eran un ejemplo que debía seguir? ¿No me enseñó mi madre a admirar y amar a Simón Bolívar, el libertador e inspirador de toda lucha de liberación americana?

Pero las palabras no bastan cuando uno es sincero y cree honestamente en lo que dice y admira la obra de quienes han vivido de acuerdo a lo que piensan, no queda otro camino que actuar en consecuencia, aunque los sacrificios sean grandes y dolorosos; porque en ningún momento voy a negarte lo duro que es estar separado de ustedes y de todo lo que me era tan querido, sobre todo cuando llegan las fechas de los cumpleaños, de los aniversarios, de las fiestas familiares que siempre celebramos unidos; pero así mismo, soy sincera al confesarte que si me hubiera quedado, desoyendo cobardemente la voz de mi conciencia, si me hubiera escudado en mis comodidades, si no hubiera tenido el valor de renunciar a la vida cómoda que me prometía mi profesión, me hubiera sentido profundamente humillada, y lo que es peor, andando el tiempo me hubiera convertido en uno de tantos profesionales que tan despreciables me parecen ahora, porque después de haberse pasado su juventud gritando y protestando, al doctorarse, al establecerse, comienzan a ceder a sus “errores del pasado”.

Se califican así mismo de quijotes y traicionan lo más puro que hubo en sus vidas y terminan por claudicar, y unos hasta se ponen voluntariamente al servicio delos regímenes que ayer, cuando eran capaces de desenmascararlos, no dudaban en golpearlos, encarcelarlos y matarlos si era necesario. Yo no quería ser eso padre, te aseguro que sentía una angustia muy grande al verme casi de manera inevitable en camino de ser una tuerca más de ese odioso sistema capitalista y burgués al que no quería servir, pero en el cual me encontraba ya metida. Nadie puede echarme en cara que yo no tratara de luchar en diversas formas, desde los 20 años en la universidad, cuando opté por un cargo estudiantil, ¿recuerdas que nos tocó la primera huelga de ANDES? Fui una de las que más se entregó en aquella batalla y mis sentimientos de frustración e impotencia comenzaron a formarse al ver que al pueblo indefenso que pedía justicia se le respondía con la represión y la muerte.

Yo no voy a poder olvidar nunca, aquella manifestación de duelo cuando llevamos al cementerio el cadáver de los obreros asesinados por la guardia. Tú me acompañaste entonces, me ayudaste a llevar la bandera de la Facultad porque ningún otro estudiante había tenido valor para asistir al desfile por miedo a la represión del gobierno; esas fueron las primeras veces en que reflexioné en este país y sus condiciones políticas. Comencé a ver claro que los estudiantes no íbamos a ser capaces, desde nuestro alto sitial universitario de llevar a cabo un cambio revolucionario; tampoco olvido que tú ya me lo habías advertido, tu habías pasado por esa experiencia de ver como los falsos líderes universitarios arengaban al pueblo, y como este pueblo respondía con valor en todo momento, pero al llegar la hora de las pruebas en los momentos culminantes, cuando se sentía en las espaldas el calor de los fusiles, esos “líderes” de salón se escondían y se protegían de la cárcel y de la muerte, mientras el pueblo era masacrado una vez más, ¿no fue así que ocurrió en los tiempos en que tú luchabas contra la tiranía de Lemus?

Yo no quería tampoco ser payaso ni falso líder, yo no quería engañar al pueblo y llamarlo a luchar con las manos vacías para esconderme en el momento del enfrentamiento. La universidad era un refugio, un escondite, una protección, creí entonces que había que buscar otro camino, no fue una reflexión que hiciera yo sola, para entonces tenía mi grupo social cristiano en la universidad y había en él personas que hablaban el mismo lenguaje que yo, que sentían la misma decepción y que veían con claridad los mismos problemas y se esforzaban por hallar una solución.

Casi todos estábamos en los últimos años de nuestras carreras universitarias, habíamos batallado en la universidad porque creíamos que era un deber revolucionario cambiar las estructuras universitarias, y despojarlas de sus ropajes de falsedades para hacer un estudiantado combativo que diera al país profesionales honestos, pero aquella lucha dolorosa no tenía destino porque estaba aislada, y llegamos a una conclusión irrefutable: la universidad no era más que el reflejo de lo que ocurría en todo el país, a ella sólo tenían acceso los privilegiados, los hijos de los obreros y los campesinos jamás iban a llegar a ella y aunque se le diera vuelta a la universidad entera, no iba eso a cambiar en nada las condiciones socio-económicas del país, y aunque se formaran profesionales revolucionarios estos al salir servirían al sistema capitalista y no al pueblo, nadie mejor que un estudiante de derecho para darse cuenta que en la Facultad de Jurisprudencia te enseñan a defender la propiedad privada y los privilegios de las clases dominantes, te preparan para ser un buen defensor del sistema burgués y capitalista en que vive el país, pero se cuidan muy bien de hablarte de los derechos del pueblo, de leyes agrarias, de la obligación de luchar por la superación del pueblo. Decidimos entonces que había que pasar del plano meramente estudiantil al plano nacional.

¿Qué hacer? ¿Crear un nuevo partido político o afiliarnos a algunos de los ya existentes? Consideramos con sobrada razón que no éramos una fuerza suficiente para dar nacimiento a una nueva entidad, carecíamos, además, de experiencia, y por otro lado, nos pareció que no era conveniente dividir aún más lo que para entonces eran las “fuerzas de oposición”, como social cristianos, nos sentíamos ideológicamente inclinados por la democracia cristiana, pero no creas que no teníamos en contra del PDC muy serias críticas y aquí debo confesarte que yo sabía perfectamente que tú tenías la razón cuando me acusabas de estar en un partido de pequeños burgueses que no iban a hacer la revolución, sin embargo, creía que parecía haber una nueva oportunidad en la juventud, la JDC, después de todo, parecía ser un organismo de choque dentro del partido, fue entonces cuando se me dio también la oportunidad de mi viaje por Sudamérica, aquello fue algo definitivo, que terminó de darme elementos para madurar mi pensamiento político y social.

Ví con mis propios ojos que toda América se batía por su liberación. El viaje me fue gestionado porque yo había pedido mi ingreso a la Juventud Demócrata Cristiana (JDC) y me enviaron a un seminario de formación; es irónico, yo que estaba comenzando a entrar en la Democracia Cristiana (DC) aprendí en ese seminario que tampoco ese era el camino, me debatí en muchas confusiones. En el curso que recibimos conocí a una chica argentina “Elvira”, ¿recuerdas? (Tanto como yo te hablé de ella en mis cartas) que era de la juventud Cordobesa (la patria del Che) y estudiante de leyes como yo, aquella sí era una ferviente combatiente del socialismo, de ella aprendí mucho más que de todas las clases que nos impartieron los señores del gobierno, yo me hice la tonta ilusión de que si bien, “los viejos” del partido en toda América estaban con una dirección francamente desarrollista, la juventud representaba una cara nueva, hablaban como aquella chica argentina que decía verdades como templos y durante todo el curso fuimos unas ardientes jovencitas y nos encaramos con todos los profesores atacando todo lo que nos parecía reaccionario y a lo que nos olía a influencia del desarrollo capitalista. 

También había allí una chica peruana y una guatemalteca que me hicieron admirarlas por sus posiciones de izquierda, y así fue que a pesar de la decepción que me dieron los gobierno de DC en Chile y Venezuela mi contacto con la juventud desde aquellos partidos me hizo creer en el espejismo de que las juventudes podíamos luchar dentro de los partidos y obligarlos a orientarse hacia un verdadero esquema socialista.

En los últimos días de mi viaje, sobre todo en Santiago de Chile, presencié un fenómeno que me hizo pensar, pero que no fue lo suficientemente analizado por mí, porque ya había decido ingresar a la juventud DC de El Salvador, se trataba de que la juventud Demócrata Cristiana de Chile se había dividido y un buen grupo de los mejores elementos renunciaban al partido por no representar los intereses socialistas del pueblo, lo mismo ocurría en Argentina y Venezuela e igualmente en Colombia, donde además se había formado el grupo “Golconca” de sacerdotes y socialcristianos, en su mayoría, que apoyaban las guerras y seguir el ejemplo del cura Camilo Torres.

Sin embargo, yo no estaba del todo madura para formarme una idea exacta de todo aquello con relación a mi país, lo que comprendía claramente, eso sí, era que sólo en forma organizada sería posible hacer algo valioso, pero, yo desconocía la realidad política de mi país, me había pasado todo el tiempo en la universidad y no había vivido la política nacional, no tenía experiencia al respecto, y en el fondo temía que si me declaraba en contra de la DC me iba a tener que quedar en el aire, porque en el país sólo habían dos alternativas: la DC o el Partido Comunista, este último me había decepcionado profundamente a través de sus actuaciones en la universidad, te asombrará si te digo que los dos primeros años de universidad estuve a punto de enrolarme con AEU, la fracción marxista de Derecho, creo que era, entonces, el grupo que despertaba mi simpatía, pero con el correr del tiempo me di cuenta que por mucho que se dijeran revolucionarios no lo eran, vivían igual o mejor que los burgueses y tenían actitudes contradictorias entre sus ideas y su vida; eran quizás más honestos los socialcristianos, tampoco me preocupé mucho por profundizar en los fundamentos ideológicos de la doctrina política y del marxismo, como en la práctica los veía tan decepcionantes no me atrajeron nunca más y aunque no fui anticomunista y tuve muy buenos amigos entre los camaradas, me situé con el grupo de socialcristianos donde al menos se trabajaba con sinceridad y entusiasmo y porque de veras estábamos empeñados en buscar el verdadero camino de la revolución que llevaría al país a la construcción del socialismo.

Hubo entonces algo más, mientras yo estaba en Chile se desató aquí una guerra estúpida, fue el primer hecho político que me tocó analizar desde una nueva perspectiva, me vi obligada a hacer un serio recuento de la vida política del país, porque en Chile la gente es altamente politizada y no puedes contestar tonterías ni dar respuestas evasivas, me esforcé lo indecible por buscar las razones reales, las causas de un conflicto tal y mi análisis aunque débil y carente de muchos elementos de juicio, no estuvo del todo equivocado, llegué a la conclusión de que siendo como eran El Salvador y Honduras, dos países sometidos a los intereses de la oligarquía criolla y el imperialismo norteamericano, esa guerra tenía necesariamente que ver con ellos, dije que a mí me parecía que los ejércitos y los gobiernos altamente desprestigiados, creían ver en este conflicto (provocado o no por ellos mismo, recordé a Julio Rivera y su metida de patas de enviar soldados a la frontera) una buena oportunidad de justificarse, de solidificarse como institución y de garantizarse muchos años más en el poder.

Mi sorpresa no tubo límites cuando volví y encontré a todo el mundo en “psicosis de guerra”, me consideraron poco menos que traidora, mamá me llamó comunista o algo peor, porque al fin y al cabo, los comunistas, aunque habían comenzado diciendo lo mismo que yo, habían terminado por seguir la corriente y estaban de acuerdo con la guerra (otra prueba más de lo que eran sus argumentaciones ideológicas). Esa misma noche de mi regreso comprendí el abismo que había entre mi forma de pensar y la de mis familiares y amigos, opté por callarme, pero me mantuve firme y no me dejé engañar por la campaña publicitaria, el tiempo ha venido a darme la razón, la guerra fue un engaño y tan solo dio beneficios al ejército y los gobiernos títeres de ambos países, y a los otros les dejó organizado un centro nacional de informaciones que es ahora un asqueroso instrumento al servicio de la ideología burguesa y que controla todos los medios de difusión para lavarle el cerebro a todo el mundo como lo hizo en tiempo de la guerra.

jueves, octubre 17, 2013

GRACIAS, DORA OLIVIA, POR EL GRAN SALVADOREÑO


Hace más de treinta años yo compré este libro directamente de uno de sus coautores, Hildebrando Juárez, en Santa Ana, y lo atesoraba como a un diamante.

En 1990, cuando me preparaba para un viaje a El Salvador, eché un vistazo en mi mini biblioteca para sacar un libro que me hiciera menos aburridas las cinco horas entre San Francisco y Comalapa. Pues nada mejor que El Gran Salvadoreño para, no solo matar el aburrimiento, sino para ni siquiera sentirlo en un vuelo de "ojos rojos", como les llaman los viajantes a los que van a durar toda la noche.

El libro, además de una joya literaria, es una joya histórica no solo porque narra la vida de un ícono del fútbol nacional, Raúl "Araña" Magaña, sino que objetiviza un período que ha pasado a la historia como la época de oro del fútbol salvadoreño, un período que inició y cerró una fase basada en la capacidad atlética, la conducta profesional dentro y fuera de la cancha, y la proyección internacional, que culmina nada menos que con la participación por primera vez de El Salvador en una Copa del Mundo. De ahí en adelante todo vino en picada.

Pues volviendo al tema del libro, estando en El Salvador, quién sabe dónde o cómo me descuidé, pero el caso fue que mi atesorado libro cambió de dueño. Perder un libro es algo que pasa muy a menudo y no se lamenta mucho porque siempre se tiene la opción de comprarlo, pero perder El Gran Salvadoreño fue para mí triste lamentable y viceversa, ya que no se volvió a publicar después de que se agotara la primera edición.

Siempre que viajaba a El Salvador e iba a ver al Alianza o a la Selección, y tenía la oportunidad privilegiada de ver al gran portero nacional en las gradas del estadio, yo aprovechaba la ocasión para recordarle sobre el libro y su respuesta era que solo le quedaba el suyo. La penúltima vez que lo vi en el Cuscatlán me dijo que había una esperanza que con el patrocinio del Banco Cuscatlán se produjera una nueva edición, y me aconsejó que estuviera pendiente. 

La última vez que lo vi fue en el Centro Comercial El Paseo en la Escalón, en donde Magaña se encontraba departiendo con el ariete mexicano conocido como "el abuelo" Cruz, con Jaime Rodríguez, y con el representante en esos días del Club San Salvador. Allí le volví a preguntar por el famoso libro, y, quien sabe si de verdad o para que lo dejara de joder, me dijo un lapidario "Ya hasta el mío vendí en mil dólares...!"

Luego vino el fin de los días del ídolo, y con él enterré mi esperanza de recuperar aquel valioso clásico literario-histórico-deportivo.

Ah, pero un buen día me hice amigo en FB de una destacada poeta salvadoreña de apellido Magaña que radica en Los Angeles , y aunque a menudo visitaba su entretenida página para degustar de uno que otro de sus poemas, y darme cuenta del quehacer de los artistas plásticos, músicos y escritores salvadoreños de la hermosa urbe, no había advertido que ella era la hija del Gran Salvadoreño. 

Hace unas dos semanas lo supe y ni lerdo ni perezoso me puse en contacto con ella para declararla heredera del bombardeo al que tenía sometido a su célebre padre. Pero Dora Olivia fue más lista y, para evitar la tortura, de inmediato me ha hecho llegar el libro que yo he extrañado por 23 años, y no solo eso, también me ha enviado su poemario ALBUM PARA AMARTE, PATRIA. Este día los recibí, y, la verdad, no puedo terminarlo más feliz.

En cuanto al costo, la aeda fue tajante en su respuesta: "Este libro no tiene precio" con lo cual me demostró no solo su arte poético, sino su generosidad a prueba de pruebas.

Dora Olivia, decirle muchas gracias es quedarse corto comparado con lo que yo le quisiera expresar, sin embargo, desde el fondo de mi alma MUCHAS GRACIAS☼