No es que yo esté en negación, comandante,
pero eso de que usté está muerto es una falacia por los treinta y dos costados.
¿Cómo va a estar muerto el hombre que generó tanta vida?
¿A cuent'e qué vamos a dejar ir así por así al presidente de Venezuela
que es un poquito presidente de todos los países de América Latina?
Ese llanto que retumba en todo el continente como nunca en la historia,
no es porque usté esté muerto, es porque usté está vivo, comandante.
Es porque usté está vivo en la pupila de los desamparados,
de los cansados de vivir en el lado de los "para vos nuhay";
de los despreciados, de los ignorados,
de los que nunca nadie dio un comino por ellos.
De los que cifraron su esperanza en su presencia gallarda, comandante.
El llanto que empaña las miradas de los niños que viven
peleando con las ratas por un sitio en las alcantarillas de la ciudad de México,
o negociando con zopilotes un mendrugo en los basureros de San Salvador,
o vistiendo harapos en las chabolas de Lima,
o muriéndose de hambre en las fabelas de Río de Janeiro,
o, en fin, comiendo mierda en las villas miseria de Buenos Aires.
Ese llanto sangrante que corre en las mejillas de esos inocentes,
será el agua bendita que regará la semilla
que hoy sembramos con el nombre de Hugo Chávez.
No, qué va! Usté no está muerto!
Ese llanto es la viva prueba de que usté está más vivo, comandante,
que los muertos que se alegran porque creen que usté está muerto.
Esos hijos de la gran puta que creen que lo insultan llamándole dictador,
o son ignorantes y su misma ignorancia los libra de todo mal,
o son herederos de bastardos que salpicaron sus manos
con la sangre de los hijos más amados de la Patria;
o tienen un cáncer en el alma, más mortal que el más agresivo cáncer del cuerpo.
No es que yo esté en negación, comandante,
pero eso de que usté está muerto es una falacia por los treinta y dos costados
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