Estas dos hermanas, Ana Ruth, izquierda y Carmen, a mi izquierda, empuñaron las armas y pusieron la vida en la línea de fuego para luchar contra la dictadura militar fasistoide que oprimió a El Salvador por más de cien años.
Perdieron familiares y amigos, vidas preciosas que corrieron al sacrificio para ver un país nuevo, un país democrático reglado por la justicia social y el repartimiento equitativo de la riqueza. Soñaron con una sociedad dirigida por los más capaces para que los desposeídos ya no escucharan el "para vos no hay" que laceró el alma de los pobres de El Salvador desde la lleghada de los españoles.
Todo para que ahora estén enquistados en el poder una retahila de saltimbanquis que solo llegaron allí para seguir haciendo lo que tanto criticaron desde la trinchera. Los salvadoreños siguen muriéndose de hambre y ahora peor, porque ya no les queda ni la esperanza de una revolución que traiga al hombre nuevo que proclamó nuestro comandante Ernesto Che Guevara.
En mi último viaje a El Salvador las fui a visitar a Guazapa, como es mi costumbre, en donde viven de lo que les da su humilde negocito de tienda en la comunidad Guiilermo Manuel Ungo.
Y aunque no quieren ni siquiera escuchar los nombres de los que un día fueron su guía y ejemplo y que hoy son guía y ejemplo de oportunismo, siempre guardan en su corazón un resquicio de esperanza de que un día saldrá el nuevo sol para los salvadoreños.
Por eso Carmen sigue levantando la V de la victoria.
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