Una de las ideas que más se repiten a pie de calle en los países afectados por los recortes a los servicios públicos en aras de la crisis suele ser: "¿Y por qué no recortamos a los políticos?".
Los autos y helicópteros oficiales, los dobles y triples sueldos, las dietas, las recepciones suelen ser algunas de las opciones más populares. Quien haya alimentado esa fantasía en los últimos meses puede encontrar algo parecido a su respuesta en Pepe Mujica. Ya sabíamos que es el presidente de Uruguay, pero ahora también sabemos que se le considera el presidente más pobre del mundo.
No es que Mujica cobre poco dinero por presidir el país y ejercer de Comandante en Jefe: tiene un estipendio de unos 250.000 pesos uruguayos al mes (al cambio, unos $12,200). Lo que pasa es que es dona el 90 por ciento de su salario mensual a fondos de ayuda social, que gestiona el Fondo Raúl Sendic, a su vez administrado por la fuerza política del presidente, el Movimiento de Participación Popular. Allí aseguran que el dinero se invierte en colaboraciones con ONG.
En cuanto a Mujica, se queda con unos 20.000 pesos (casi $1,000). "Con ese dinero me alcanza y me tiene que alcanzar", le gusta decir. "Hay otros uruguayos que viven con mucho menos". Tampoco se ve que el hombre pase penurias: vive en una chacra (granja) a las afueras de Montevideo, que es propiedad de su mujer, la senadora Lucía Toplanski, donde él tiene sus cultivos. Está vigilada por unos pocos policías, que él asegura haber aceptado a regañadientes.
Su vehículo oficial es un Chevrolet Corsa y, por recortarse a sí mismo, ha propuesto donar hasta su jubilación presidencial (allí los expresidentes cobran cifras supuestamente astronómicas cuando dejan el cargo). La única propiedad que tiene a su nombre, según se ha podido saber a través de su declaración de impuestos después de que fuera inspeccionada por la Junta de Transparencia y Ética Pública, es un viejo coche modelo Volkswagen Beetle. Que se sepa, también su mujer dona parte de sus ingresos.
Mujica pasa por ser un tipo sencillo. El otro día, cuentan, agarró el Beetle para ir a una ferretería del barrio de Paso la Arena y comprar una tapa para el inodoro (¿se imaginan a Obama realizando tal transacción?). Y con la misma tapa entre las manos se fue a ver a un humilde equipo de fútbol de Segunda Divisón, Huracán, a darles un discurso de motivación. El plato fuerte, y nunca mejor dicho, del asunto fue cuando prometió llevárselos a "comer un asadito si el club asciende a Primera".
Fuente: Yahoo! España
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