Una vez más nuestro país sufre los enfados de Natura.
Pienso en los hombres, mujeres, niños y ancianos que impotentes ven escapar de sus manos su pertenencias, sus modestas, sus únicas pertenencias, porque en estos casos la naturaleza se ensaña mayormente con los más pobres de los más pobres...
Mis familiares y amigos con quienes hablo regularmente por teléfono, normalmente tan jodiones, hoy matizan la alegría de nuestra conversación con un dejo de preocupación en el fondo.
Mi hermosa capital a punto del colapso. ¿Y mis muertos habrá llegado el deterioro del terreno hasta sus tumbas? ¿Cómo estarán los restos de mi abuelita, mi mamá y mi papá...?
Mi pensamiento también corre a esos lugares tierra adentro en donde he pasado en bus o en carro y me he detenido a contemplar el paisaje agreste, dulce y salvaje de mi país y que ahora presenta un cuadro de luto y dolor en lontananza, saturado de rostros de dolor y angustia, peor que eso, saturado de desesperanza...
Pienso también en los que no hablan, en los animalitos domésticos, de corral y los de pasto, los pajaritos en sus nidos, los animalitos que no pueden decir "tengo hambre, me duele la espalda, tengo frío, sáquenme de aquí, necesito ayuda...!" Pobres de ellos...
Dios ¡Cómo duele El Salvador!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario