Munich, Viernes 7 de agosto, 09: Es un día radiante en Bavaria, propio para lograr el objetivo de este día de mi estancia en Alemania: visitar el Nido del Aguila, la casa de retiro de Hitler en la ciudad de Berchtesgaden al Sur Este de Munich. Estoy particularmente satisfacho porque maneja mi hijo Guillermo y tengo la oportunidad única de relajado ir contemplando el paisaje al mismo tiempo salvaje y apacible de los Alpes Bávaros.
La cinta de asfalto es preciosa, bien mantenida y, contrario a otros países europeos (Italia, Francia), no tenés que pagar a cada rato por usarla. Otra, eso de que en Alemania se puede viajar a la velocidad que te dé la gana es un reprochable mito, podés llegar hasta a 125 kilómetros por hora en algunos tramos de la autopista, en otros, a 100, es bastante, pero no es ilimitado como afirman no pocos.
Luego de dejar la carretera principal se interna uno por carreteras secundarias que te llevan por pueblecitos pintorescos que dejan al descubierto la exquisitez y organización de la vida diaria del alemán común.
En el trayecto llevo en mi mente la imagen de los altos funcionarios del Führer quienes hicieron esta ruta innumerables veces con sus macabros planes de dominación del planeta en sus mentes, nunca he podido comprender por qué tanto imperioso deseo de control, fijaban en su mente estos bandidos. La corta vida de los nazis y su desastrosa secuela de terror en su paso por el mundo es algo que siempre creó una dualidad de emociones en mi mente: por una parte una fascinación por conocer sus motivos y sus métodos para lograr sus objetivos, por la otra, una sensación de espanto al solo pensar en qué fuera del mundo si los aliados no derrotan a esos locos.
En un punto dejamos la carretera principal y nos metemos por carreteras secundarias no menos cuidadas que la principal y que conectan con pueblos pequeños de ensueño; el verano en Bavaria es un fenómeno muy especial, lo mismo podés tener un día de sol que te sorprende un aguasero.
Al fin llegamos a Berchtesgaden a eso de las diez y media de la mañana, luego de la perdida de rigor, a lo que mi mujer y yo no llamamos "perderse", sino "conocer un poco mejor la ciudad", ya que siempre nos pasa, al fin encontramos la ruta al Nido del Aguila.
En la ciudad mi hijo me ha cedido el volante porque prefiero ser yo el de la responsabilidad en caso de algún accidente o cargo por tráfico. Hemos empezado a subir la montaña tan empinada que el motor no me permite sino usar la velocidad primera hasta que alcanzamos un recinto hasta donde podemos llegar en el carro y desde cuyo punto ya no te permiten subir en vehículo, sino que tenés que irte en bus hasta el objetivo.
En el trayecto en bus al Nido del Aguila, podés presenciar el paisaje sencillamente fantástico que por momentos te aterra si pensás qué pasaría si un desperfecto mecánico o un error humano precipita el bus fuera de la vía.
La ruta sólo se puede hacer de una vía, los organizadores del lugar se coordinan de manera tan perfecta que los autobuses o suben o bajan o se encuentran en recodos en donde uno de ellos tienen que esperar a que el otro pase porque elo estrecho del camino no permite que los dos viajen en dos vías simultáneamente.
La vista de los Alpes bávaros es algo que te hace creer en Dios si acaso no creías, es indecriptible, solamente viéndola se puede asimilar tanta belleza. Aunque parezca paradójico, es una belleza que aterra, al menos eso pasó en mi mente cuando contemplaba aquella inmensidad.
Luego de unos veinte minutos, según mis cálculos, has llegado a la pequeña explanada final, pero todavía no estás en el Nido del Aguila, todavía tenés que caminar por un túnel húmedo y obscuro de unos cien metros de largo, hasta alcanzar una pequeña estancia redondeada donde tenés que hacer cola para meterte en un ascensor que te subirá unos 125 metros para llegar al chalet adonde descansaba Hitler y en donde más de alguna vez recibió a algún dignatario.
Unos vienen y otros van, siendo los nazis, gente muy dada al énfasis del simbolismo, este túnel antes de alcanzar el recinto de retiro de Hitler, bien simbolizaría el famoso túnel que dicen que se ve pocos minutos antes de entrar en el recinto de la muerte.
Wikipedia dice lo siguiente, refiriéndose al Nido del Aguila: "Fue encargado por Martin Bormann, para regalárselo a Hitler como reegalo de su cumpleaños número 50, y tras un período de construcción de más de 13 meses fue presentado formalmente a Hitler en 1939.
Está situado en una loma en la cima de la montaña Kehlstein (1834 m) y se llega a él por un camino espectacular de 6.5 km y costó 30 millones de marcos (cerca de 150 millones de euros de 2009, con los ajustes respectivos por inflación).
Hasta aquí ni Hitler llegó!
Los últimos 124 metros hasta el Kehlsteinhaus son salvados por un elevador ubicado en un túnel excavado directamente hacia abajo en la montaña, y conectado a otro tunel bajo el granito del terreno. El interior del gran carro del elevador está recubierto con bronce pulido, espejos venecianos, y cuero en tonos verdes. El elevador sigue utilizándose diariamente.
La cinta de asfalto es preciosa, bien mantenida y, contrario a otros países europeos (Italia, Francia), no tenés que pagar a cada rato por usarla. Otra, eso de que en Alemania se puede viajar a la velocidad que te dé la gana es un reprochable mito, podés llegar hasta a 125 kilómetros por hora en algunos tramos de la autopista, en otros, a 100, es bastante, pero no es ilimitado como afirman no pocos.
Luego de dejar la carretera principal se interna uno por carreteras secundarias que te llevan por pueblecitos pintorescos que dejan al descubierto la exquisitez y organización de la vida diaria del alemán común.
En el trayecto llevo en mi mente la imagen de los altos funcionarios del Führer quienes hicieron esta ruta innumerables veces con sus macabros planes de dominación del planeta en sus mentes, nunca he podido comprender por qué tanto imperioso deseo de control, fijaban en su mente estos bandidos. La corta vida de los nazis y su desastrosa secuela de terror en su paso por el mundo es algo que siempre creó una dualidad de emociones en mi mente: por una parte una fascinación por conocer sus motivos y sus métodos para lograr sus objetivos, por la otra, una sensación de espanto al solo pensar en qué fuera del mundo si los aliados no derrotan a esos locos.
En un punto dejamos la carretera principal y nos metemos por carreteras secundarias no menos cuidadas que la principal y que conectan con pueblos pequeños de ensueño; el verano en Bavaria es un fenómeno muy especial, lo mismo podés tener un día de sol que te sorprende un aguasero.
Al fin llegamos a Berchtesgaden a eso de las diez y media de la mañana, luego de la perdida de rigor, a lo que mi mujer y yo no llamamos "perderse", sino "conocer un poco mejor la ciudad", ya que siempre nos pasa, al fin encontramos la ruta al Nido del Aguila.
En la ciudad mi hijo me ha cedido el volante porque prefiero ser yo el de la responsabilidad en caso de algún accidente o cargo por tráfico. Hemos empezado a subir la montaña tan empinada que el motor no me permite sino usar la velocidad primera hasta que alcanzamos un recinto hasta donde podemos llegar en el carro y desde cuyo punto ya no te permiten subir en vehículo, sino que tenés que irte en bus hasta el objetivo.
En el trayecto en bus al Nido del Aguila, podés presenciar el paisaje sencillamente fantástico que por momentos te aterra si pensás qué pasaría si un desperfecto mecánico o un error humano precipita el bus fuera de la vía.
La ruta sólo se puede hacer de una vía, los organizadores del lugar se coordinan de manera tan perfecta que los autobuses o suben o bajan o se encuentran en recodos en donde uno de ellos tienen que esperar a que el otro pase porque elo estrecho del camino no permite que los dos viajen en dos vías simultáneamente.
La vista de los Alpes bávaros es algo que te hace creer en Dios si acaso no creías, es indecriptible, solamente viéndola se puede asimilar tanta belleza. Aunque parezca paradójico, es una belleza que aterra, al menos eso pasó en mi mente cuando contemplaba aquella inmensidad.
Luego de unos veinte minutos, según mis cálculos, has llegado a la pequeña explanada final, pero todavía no estás en el Nido del Aguila, todavía tenés que caminar por un túnel húmedo y obscuro de unos cien metros de largo, hasta alcanzar una pequeña estancia redondeada donde tenés que hacer cola para meterte en un ascensor que te subirá unos 125 metros para llegar al chalet adonde descansaba Hitler y en donde más de alguna vez recibió a algún dignatario.
Unos vienen y otros van, siendo los nazis, gente muy dada al énfasis del simbolismo, este túnel antes de alcanzar el recinto de retiro de Hitler, bien simbolizaría el famoso túnel que dicen que se ve pocos minutos antes de entrar en el recinto de la muerte.
Wikipedia dice lo siguiente, refiriéndose al Nido del Aguila: "Fue encargado por Martin Bormann, para regalárselo a Hitler como reegalo de su cumpleaños número 50, y tras un período de construcción de más de 13 meses fue presentado formalmente a Hitler en 1939.
Está situado en una loma en la cima de la montaña Kehlstein (1834 m) y se llega a él por un camino espectacular de 6.5 km y costó 30 millones de marcos (cerca de 150 millones de euros de 2009, con los ajustes respectivos por inflación).
Los últimos 124 metros hasta el Kehlsteinhaus son salvados por un elevador ubicado en un túnel excavado directamente hacia abajo en la montaña, y conectado a otro tunel bajo el granito del terreno. El interior del gran carro del elevador está recubierto con bronce pulido, espejos venecianos, y cuero en tonos verdes. El elevador sigue utilizándose diariamente.
La construcción del sistema de elevador en la montaña costó la vida de 12 trabajadores.[1] La sala principal está dominada por una chimenea de mármol italiano rojo, regalo de Mussolini. Gran parte del mobiliario fue diseñado por Paul Lazlo.
Mi mujer y mi hijo posan frente auna impresionante vista de los Alpes Bávaros, al fondo, la casa de retiro de Hitler, hoy convertida en restaurante y museo del horror.
También llamado el nido del águila por el sobrenombre que le aplicó un diplomático francés, debía ser una casa de retiro para Hitler y un palacete para recibir a los dignatarios y diplomáticos visitantes. El edificio también ha sido llamado La casa del té de Hitler, pero es un término equivocado. Hitler no utilizaba la Kehlsteinhaus como casa del té, pues el lugar que visitaba diariamente para tomar el té por las tardes -cuando estaba de visita en el pueblo- era Mooslahnerkopf Teehaus.
Aunque el sitio está en la misma montaña que Berghof, Hitler rara vez visitaba el lugar. Se ha especulado que lo hizo solamente unas diez ocasiones, y la mayoría de ellas por no más de 30 minutos.
Hitler en el Nido del Aguila
Tal vez debido a la escasa asociación del edificio con la personalidad de Hitler, el Kehlsteinhaus se salvó de ser demolido al fin de la Segunda Guerra Mundial."
Luego de unas tres horas en el famoso lugar, regreasamos por la misma ruta, contentos por el paseo, satisfechos por haber estado en un lugar en donde un tiempo se tomaron decisiones escabrosas y felices porque estamos seguros de que eso ya no ocurrira jamás.
2 comentarios:
Que bárbaro Fredy! te distes un tour con lujo histórico, y toda la información que brindas sobre esos lugares de alemania es muy interesante. Al rato te leo, porque tengo mala la computadora en mi oficina. saludos y éxitos como siempre.
Peter
Gracias por tus palabras brother. Sin ánimo de agarrar paja te sé decir que yo no viajo por viajar, cuando lo hago siempre llevo un objetivo además de turístico, también cultural.
Ir a Alemania a visistar lugares turísticos, a probar su comida, ver sus costumbres, etc., vergón, todas esas cosas tienen un precio; pero ver un campo de concentración nazi, entrar al castillo de Neuschwastein, subir al Nido del Aguila, ir a Amsterdam y entrar al ático que ocupó la familia Frank y ver en persona el Diario que escribió Anne; ir a París y ver la Mona Lisa en el Louvre o a Suchitoto y ver la casa-museo de Alejandro Cotto, eso no tiene ningún precio bro!
Gracias por tu comment Peter!
AC
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