Una de las razones principales que me llevó al sur de Alemania este año fue mi viejo deseo de conocer el fascinante castillo de Neuschwastein incrustado en la montaña bávara al lado de la ciudad de Fussen.

El Rey Ludwig II de Baviera, gran responsable de la construcción del portentoso edificio, dejó en la ruina el reino de Bavaria en su tiempo y, paradójicamente, hoy día le reditúa millones de euros al gobierno alemán.

Pocas veces ha retado mi imaginación una construcción como la de este castillo, puedo decir que lo conocí años antes de llegar allí en persona, a través de mi lectura de cuentos de hadas cuando era un bichito.

La palabra Neuschwanstein significa Nueva Piedra del Cisne en alemán, y pone de manifiesto la portentosa imaginación del rey Luis II de Baviera quien no escatimó esfuerzos ni recurson para construir el soñado inmueble, al punto de llevar a la quiebra al reino de Baviera, por lo que sus ministros se vieron en la necesidad de deponerlo. Para ello el Rey tuvo que ser declarado loco con lo cual prepararon el terreno legal para su destrono inmediato.

Wikipedia dice lo siguiente del castillo: "Situado en Baviera cerca de Füssen, Alemania es uno de los castillos neogóticos más conocidos. Mandado construir por Luis II de Baviera en 1866, originalmente era conocido como el nuevo Hohenschwangau, en honor al lugar donde el rey pasó gran parte de su infancia. Su nombre fue cambiado tras la muerte del rey. Es el edificio más fotografiado en Alemania y es uno de los destinos turísticos más populares en ese país.

Otra impecable toma del castillo y sus torreones.
El castillo de Neuschwanstein se construyó en una época en la que los castillos y las fortalezas no eran necesarias desde el punto de vista estratégico. En lugar de ello, nació de la pura fantasía: una bella y romántica composición de torres y muros en perfecta armonía con las montañas y los lagos. La combinación de varios estilos arquitectónicos y la artesanía interior han inspirado a generaciones de adultos y niños. Este castillo es un homenaje a la fantasía y la imaginación, producto en gran medida de la mente de un escenógrafo teatral, que evoca la imagen de un glorioso cisne surgido del lago a sus pies.
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Así, ambas exigencias se cumplieron: el castillo recordaba tanto a los relatos tradicionales alemanes que fue elegido por la Disney como modelo para el castillo de La bella durmiente (1959), el cual es su principal símbolo. De hecho, hay una réplica del castillo en el parque del Disneyland Resort Paris o Eurodisney. Por dentro, además de continuas referencias a estos cuentos o a diversas leyendas y personajes medievales como (Tristán e Isolda o Fernando el Católico), contiene una completa red de luz eléctrica, el primer teléfono móvil de la historia (con una cobertura de seis metros), una cocina que aprovechaba el calor siguiendo reglas elaboradas por Leonardo da Vinci, y maravillosas vistas y paisajes a los Alpes, incluyendo una encantadora cascada que podía contemplarse desde la habitación del monarca.

Luis II deja la capital, Múnich, y se instala permanentemente en el castillo en 1884 supervisando su construcción, en concreto desde unas escaleras que constituían el lugar favorito para seguir los avances obtenidos. Por no tomar medidas ante las amenazas por parte de la banca extranjera de embargar sus propiedades, es incapacitado en 1886 y muere ahogado en un lago cercano en extrañas circunstancias.

Los descendientes de Luis II vendieron el castillo al gobierno bávaro, pasando más tarde al alemán. La cantidad por la que lo vendieron iguala a los ingresos anuales actuales que el castillo obtiene de los turistas que vienen a visitarlo.
El palacio es propiedad del Estado de Baviera, a diferencia del Castillo de Hohenschwangau, que es propiedad de Franz, Duque de Baviera. El Estado Libre de Baviera ha gastado más de 14,5 millones de € en Neuschwanstein para el mantenimiento, la renovación y los servicios de visitantes desde 1990.
El castillo de Neuschwanstein participó en la elección de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo, pero no ganó."

El viaje de Fussen al castillo fue cansador. Para más joder perdí el boleto de entrada cuando iba casi a la mitad de la cuesta que conduce a él y me tuve regresar a comprar otro. Menos mal que la cola en las taquillas ya estaba corta (antes me había tardado dos horas para llegar a la ventanilla.)
A pesar de lo cansador y las vicitudes propias de estos periplos, valió la pena el "sacrificio" de viajar dos mil millas para ir a ofrecer nuestros respetos al Castillo de Neuschwanstein, la obra de un rey que embellece al mundo y enorgullece a Alemania gracias a su locura.
2 comentarios:
La chamaca rascándose no tiene precio
Ja, ja, ja! Sos único (y pícaro), JC!
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