Hoy hace treinta y cinco años
la muerte me tocaba en lo más profundo
del alma inmersa en un dolor desconocido.
Cómo me quería...
No más para que no siguiera yo jodiendo
con tanto ruego y ruego,
me decía: "veníte pues mono miedoso!"
Y corriendito a meterme en su regazo
para dormir a pierna suelta
ya bien seguro
de que no me iría a jalar las patas el Cipitío.
Y luego los viajes al Cimarrón y al Puerto
en donde tenía tantas amistades,
la niña Chavelita, la niña Tomasa, la Tina Rodríguez,
a pasarnos hasta dos semanas en el monte
y bañarnos en el río Sucio o el Chilama
y regresar a casa bien zambo,
picado de zancudos por todos lados.
Después el abandono, la enfermedad
y la muerte que con todo arrasa...
No me quisiera poner triste
pero es que de vez en cuando
la primavera también jode los ojos
y el polen saca llanto del amargo.
Lo bueno es que ya falta poco para verla otra vez abuelita;
no van a pasar otros treinta y cinco, estoy seguro...
Por de pronto no le amago el llanto al dolor de su partida
y sigo jode y jode para meterme de nuevo en su regazo,
y dormir a pierna suelta bien seguro...
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