sábado, agosto 19, 2006

EL PERRITO HACHI-KO, TOKYO 2006

UNA HISTORIA FASCINANTE DE AMOR Y LEALTAD



Cuando arribé a la estación del populoso sector Shibuya del Metro de Tokyo acompañado de mi mujer y mi hijo, entre centros comerciales, algarabía, luces de neón, y frente a imágenes de televisión que cubren casi la mitad de los rescacielos aledaños; me llamó la atención que mucha gente se fotografiaba con una estatua erigida a un perro.

Haciendo alarde de la más profunda filosofía Kantiana, yo exclamé: "Ve, hasta a los chuchos les hacen monumentos estos japoneses...!"
Como "adonde fueres haz lo que vieres", nosotros también hicimos cola para posar con la famosa estatua.

Mientras tanto, a mí me dejó con curiosidad de saber el por qué tanta deferencia por un cuadrúpedo. Investigué más tarde y he aquí la historia:

La lealtad y el amor incondicional para su amo son cualidades de los perros que los convierte en todo el mundo en "el mejor amigo del hombre". Un particular perro de Akita, llevó esas cualidades a extremos tales que le ganaron un lugar en el corazon del pueblo japonés y lo ha mantenido en ese lugar por más de setenta años.

Chu ken Hachi-ko (literalmente, el perro fiel), había nacido en Akita en 1923. Al año siguiente lo llevaron a Tokio. El y su amo, el Dr. Eysaburo Uyeno, catedrático de la Imperial Universidad de Tokyo, se convirtieron en amigos inseparables. Todos los días "Hachi" acompañaba a Eisaburo a esta estación del tren cuando se iba a trabajar. Al regresar por la tarde el Dr. Uyeno, encontraba en el mismo lugar a su perrito, que lo saludaba con gemidos y agitaciones de cola. Esta feliz rutina se dio hasta que un día fatal el Dr. Uyeno se sintió mal en su trabajo y murió de un ataque al corazón.

A pesar de que Hachiko tenía menos de dos años de edad, siguió esperando todos los días en la estación Shibuya a su amo que nunca jamás iba a regresar. Tarde en la noche, regresaba con gemiditos a su casa y hubo veces que pasó días contínuos sin moverse del lugar, sin comer y apenas durmiendo.

Tanto familiares del Dr. Uyeno como veterinarios hicieron todos los trucos posibles para convencer al perrito que ya no regresara.

El Akita se volvió una vista familiarizada para los viajeros que de cuando en cuando le agitaban la cabeza en señal de saludo. El animalito guardó su vigilia por más de diez años.

El 8 de marzo de 1935, finalmente fue donde su amo: murió exactamente en el mismo lugar donde lo había visto vivo por última vez...

La Prefectura de Tokyo, atendiendo peticiones de miles de ciudadanos, decidió erigir una estatua en honor a Hachiko. Pero percibiendo que el Akita aun estaba solo, en 1983, estudiantes de la Imperial Universidad de Tokyo decidieron erigir una estatua en honor del Dr. Uyeno, y le agregaron esta frase al podio de la del perrito: "Ahora Hachiko ya es feliz".

El Monumento es al amor y la lealtad.

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