jueves, abril 08, 2010

EL FARAONCITO DE MENTOL

DESCUBREN ESTELA CON NOMBRE DE FARAON SALVADOREÑO EN LA GRAN PIRAMIDE DE KEOPS

2 años les tomó a ciento veintitrés egiptólocos y catorce piramidiotas para finalmente descubrir el nombre de un faraón de la Cuarta Dinastía, hijo debajo de agua del Faraón Keops, de nombre Alfredoser Camposis IV, quien pasó a los anales de la historia como "El Faraoncito de Mentol", quien tiene mucho que ver con mi país El Salvador.



Como era medio "soviético", veía pirámides hasta en la comida

Dice Herodoto de Halicarnaso en sus Historias, que el "Faraoncito de Mentol" dio mucho quehacer a su papá Keops y su corte farónica y que, como era medio "soviético", veía pirámides hasta en la comida y que, en un momento de desespere, el jefe le mandó a construir la gran Pirámide para que dejara de joder, pero ni así se compuso.

Cuenta el griego que hacía las siguientes travesuras:

Encachimbaba a su primo Tutancamón llamándolo Tutancabrón; sacaba de onda a su tía Cleopatra, porque le decía tía Cleoputra; hacía rabiar a la princesa Nefertiti, pues la apodaba Neferpipi. En las fiestas diplomáticas de los faraones vaciaba las vacijas de cerveza y las llenaba con meados de camello (esto dio lugar a un conato de guerra contra los asirios).





Alfredoser Camposis IV, "El Faraoncito de Mentol" tenía la boca tan grande que tenía amenazada a la sociedad egipcia antigua con tragarse la Gran Pirámide si no se hacía lo que él quería.

Era tan gigantesco y fuerte que levantaba en vilo la Pirámide de millones de toneladas de peso, como si fuera un llaverito común y corriente, y amenazaba con hacerla añicos si no le venía a rascar la espalda la princesa Nefertiti.


Era tan, pero tan huevón que mientras el resto de miembros de la sociedad egipcia trabajaba duro, él se la pasaba descansando teniendo la Gran Pirámide como almohada.


Era tan problemático que el Gran Consejo Faraónico decidió mandarlo lejísimos, a El Salvador, para que ya no regresara por aquellos lugares hasta que se cumplieran las profecías de la Gran Pirámide, entre las que se contaba que tendría que regresar en tamaño chiquito en el año dos mil ocho DC, a darle un besito a la Gran Pirámide en señal del reencuentro.

En los papiros que se encontraron me di cuenta que el tipo era tan parecido a mí...!

Y al leer en el bloque de granito el nombre Fredy Campos, no dudé que la profecía se había cumplido...




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