viernes, marzo 24, 2017

UNA NOCHE CON MONSEÑOR ROMERO


Corría el mes de mayo de 1978 ¿o 1979?, fue un domingo por la noche. Se había programado una misa conmemorando un aniversario del asesinato del padre Alfonso Navarro Oviedo, en la parroquia de la colonia Miramonte en San Salvador. Triste efeméride. La buena noticia era que aquella Eucaristía iba a ser oficiada por Monseñor Oscar Arnulfo Romero. 

Para mí era una oportunidad única de ver de cerca a aquel santo varón, y cumplir un sacro deseo. Me aseguré de llevar a mi hija Lalita, que a la época contaba quizás con unos cuatro añitos. Mi intención era que ella fuera bendecida por el universalmente respetado Arzobispo. Su bendición equivaldría para mí a la bendición de Dios mismo. 

Iba tambien mi hermano Guillermo Campos con nosotros. Llegamos temprano a la iglesia para no perdernos un minuto del privilegio de estar en el entorno de Monseñor Romero. Por cierto que también nos encontramos allí con mi viejo amigo Jorge Carlos Figeac Cisneros. Puntualísimo como era su costumbre, 

Monseñor llegó a la cita con su feligresía que, rompiendo un poco la etiqueta eclesiástica, lo recibió con un aplauso que el prelado agradeció con gesto de humildad: bajando la frente suavemente y con su acostumbrada semi sonrisa dibujada en sus labios. 

Fue una noche alegre, a pesar de que se conmemoraba el asesinato de una de sus ovejas, magnicidio que había sido perpetrado por la infame organización criminal pro gubernamental mano blanca, casi en plena luz del día. Un acto cobarde que más tarde se convertiría en el pan de cada día en El Salvador. Pero la noche fue alegre porque Monseñor Romero así hizo que se sintiera. 

En aquella corta pero sustanciosa homilía, el inolvidable santo habló del valor del jóven sacerdote martirizado en su casa allí mismo en la colonia Miramonte. Dejó claro que cada sacerdote que asesinaban, era volver a crucificar a Cristo y cómo volver a crucificar a Cristo significaba salvación, incluso para los mismos asesinos, ya que antes de morir, el padre Navarro los perdonó. 

Como era su costumbre, al terminar la misa, Monseñor platicó con la feligresía. Su rostro, siempre sonriente, indicaba que disfrutaba estar entre sus ovejas, platicando los temas que a ellos les interesaban. Fue entonces que me le acerqué lo más que pude, y con mi hija en mis brazos, le pedi: "Monseñor, me quisiera bendecir a mi hija, por favor...!" Volviendo su mirada hacia mí, y con una dulce sonrisa que nunca he de olvidar, me respondió: "Claro, con mucho gusto, ¿cómo se llama esta gordita?" Acarició con sus inmaculadas manos el cabello de mi niña, le envolvió su carita como en forma de cáliz, la vio directamente a los ojos, y haciendo la señal de la cruz justo en su carita sentenció: "Que Dios te bendiga hijita..." Casi de inmediato, mi hermano Guillermo le recomendó emocionado a mi hija: “nunca vayas a olvidar esas palabras, Lalita...” 

Aquel momento marcó un hito en la vida de mi hija, quien ahora es una persona de mucho éxito en la vida. Aquella noche yo no me había confesado pero comulgué. Rompí una regla eclesial pero era oportunidad única de recibir la Eucaristía de manos de un santo, pensé para mi sino, y no me equivoqué ni me arrepiento. 

 Tiempo más tarde una bala traspasó lo más hermoso y tierno que tenía Monseñor Romero: su corazón. Fue el 24 de marzo de 1980. Hoy hace 37 años volvieron a crucificar a Cristo en El Salvador.

sábado, marzo 18, 2017

Y SE ME LLEGO EL TIEMPO DEL RETIRO DE LAS AULAS

HOY SÍ VA EN SERIO...


Después de 44 años, 16 en El Salvador, 28 en San Rafael High School, aquí 3 como Encargado de Relaciones Comunitarias, y 25 como multi galardonado Profesor, se llegó el día del retiro oficial, y con un sabor agridulce en el paladar le presento a la secretaria de mi director, mi renuncia con carácter de irrevocable, a partir del 15 de junio de este trágico 2017.


Aunque tengo cuerda para más, y las ganas no me faltan, yo siempre dije que hay que saber respetar los ritmos y los tiempos de la vida. Mejor decir adiós cuando todavía oigo un “no te vayas”, a tener un día que escuchar el lapidario “¿Por qué no te vas?”. Me voy, como dijo el gran poeta mexicano Manuel Gutiérrez Nájera: "Cuando la vida dice aún: 'soy tuya', aunque sepamos bien que nos traiciona."

Para todo hay un tiempo en esta vida, y hoy llega a su fin el mío dedicado al ejercicio de la profesión con la que Dios me bendijo para llevar pan a mi mesa y proveer de un techo y cobijo a mi familia.
Pero mi vida seguirá siendo útil para el mundo de la educación en Estados Unidos, y dada la estela de un trabajo con dedicación, esmero y profesionalismo realizado en todos estos años, las autoridades del Distrito Escolar de San Rafael, me han pedido amablemente que en mi retiro siga sirviendo como miembro del Pánel de Asignación de Becas de mi Escuela, lo cual he aceptado con orgullo y humildad.
Con esta propuesta, al mismo tiempo que se rinde un homenaje a mi carrera, les da la oportunidad a los latinos de tener una representación en una entidad tan importante como es la de otorgar becas a los estudiantes que las merecen y las necesitan, y hay más esperanzas de ganarlas para los chicos latinos de mi ciudad.
No puedo estar más agradecido con Dios por haberme heredado, no solo su nombre, sino también su trabajo, y haberme dotado de la energía y capacidad para desempeñarla, si no de una manera perfecta, al menos de manera honrosa, digna e íntegra.☼

lunes, marzo 13, 2017

CRONICA DE UNA MUERTE NO ANUNCIADA



Todo comenzó a finales de 1970, en la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador; continuó frente a la solemne silueta de una cerveza en el "Mar y Tierra", y se regó con los años por el mundo. Una relación de amor filial que definió el concepto de amistad y perfiló mi vida hacia el éxito, y la de él hacia el orgullo de haber forjado un destino de logro tras logro, sin aparente fin. Su nombre Mauro Bernal Silva.
Solo los pasados 19, 20 y 22 de febrero habíamos andado, lo que en nuestra hermandad era “jodiendo”, o sea: comer una buena cena, y disfrutar un aromático café con exquisito postre. Fuera de ir al estadio a echarnos un partido del Alianza, viajar por el interior del país, o en Estados Unidos, y conversar, conversar, conversar.



¿El tema? Era lo que menos importaba. Podían ser cosas de nuestras vidas familiares; podía ser el último chisme del gremio de abogados; podía ser el Alianza, el Barcelona o el Real Madrid; el último periplo europeo con su esposa, o el próximo crucero por el Mediterráneo. Podía ser la duda sobre el sorpresivo cambio de orientación sexual de algún viejo conocido. Podía ser el chiste más ingenioso, o el más pendejo. ¡Podían ser la Siete Plagas de Egipto, no importaba el tema....!
En nuestro repertorio, todo lo que necesitábamos era una excusa para terminar con una carcajada, que era la muestra pura y vital de gritar: “¡Qué alegre estoy de verlo mi doctor...” “ La alegría es solo es mía, no joda, Fredy…!”
Si era entre familias: esposas, hermanos, hijos, nietos, y los etcéteras del medio, ahí estaba la risa de protagonista. Si era solos o en el círculo de amigos, igual. Sólo que en estas instancias agregábamos el ingrediente de la leperada a la conversación, y allí sí que ardía Troya.

Todo, todo, todo iba sobre ruedas desde 1970. Lo que menos cabía en nuestros jolgorios era la palabra "muerte", y por eso nunca hablábamos de eso...Hasta que esa vieja huesuda envidiosa de un ser tan distinguido como el Dr. Bernal, entró sin anunciarse y se llevó de un tajo la alegría de nuestro mundo.


Esta crónica aquí empieza, pero ya habrá tiempo para terminarla en otra ocasión. Por de pronto, aquí un collage fotográfico de lo que hizo que mi vida personal y familiar, tanto como las de muchos que de una forma u otra él tocó, fuera lesionada letalmente, y que el concepto de la muerte sea percibido, de hoy en adelante, como algo normal, o si se quiere, como algo que de veras queremos que nos pase pronto☼